Blas es un niño. Roco, su perro, es su compañero fiel. Los dos viven en la calle, por eso, el niño cartonero debe darle a Don Eloy mucho cartón a cambio de comida, monedas y un lugar para dormir.
Blas encuentra un día una caja amarilla y vive una aventura imaginaria. Y los sueños de Blas son tan grandes como los de cualquier criatura, pero la diferencia enorme es su realidad. Si juega, si sueña, si no junta cartones, no puede trabajar y, por lo tanto, tampoco consigue comida ni un lugar mejor para pasar la noche. Sopa de estrellas tiene poesía y calidez en su escritura, y también es una crítica a la realidad social, pero sin golpes bajos.
Con ilustraciones de Luciana Fernández, estos collages se componen de papeles, alfileres, tapitas, plastilinas, cables, botones, cartón corrugado y arandelas, y acompañan de modo justo el texto. De esa forma, el mundo de Blas y de Roco queda reflejado en un universo construido con material de desecho.
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