INTRODUCCIÓN
1. PERFILES DE LA ÉPOCA
La segunda mitad del siglo XIX y el primer tercio del siglo XX fue una época de grandes cambios sociales, políticos y culturales, que se reflejan, como es natural, en la obra de doña Emilia Pardo Bazán.
Cuando la escritora nace, en 1851, el Romanticismo está prácticamente agotado y solo la obra tardía de Bécquer y Rosalía de Castro en España se pueden encuadrar todavía en ese movimiento, junto con las obras, ya de vejez, de Zorrilla, que sobrevive a su tiempo.
El movimiento literario que marcó la carrera de doña Emilia fue el Naturalismo, iniciado en Francia con la figura de Emile Zola, que aplicó a la literatura las ideas del médico fisiólogo Claude Bernard.
El naturalismo además de una manera de escribir representa una concepción de la vida. En ella el ser humano aparece movido por fuerzas que no solo condicionan sino que determinan su destino.
Claude Bernard (1813-1878) se considera el creador de la fisiología moderna. Instauró en la Medicina el método experimental y describió los procesos vitales en función de las condiciones físicas y de las reacciones químicas del organismo. Zola quiso hacer lo mismo en la literatura: demostrar que la trayectoria de un individuo está determinada por fuerzas ajenas a su voluntad. El creía que la herencia fisiológica, el medio ambiente y las circunstancias históricas determinan de modo inapelable la trayectoria vital. No admite el libre albedrío y considera la libertad una mera ilusión.
Doña Emilia, que estuvo siempre muy atenta a los problemas de su tiempo, ataca el fondo filosófico de la doctrina zolesca pero defiende los hallazgos literarios que trajo consigo: la objetividad narrativa, el uso del discurso indirecto libre, el carácter simbólico de las novelas; o procedimientos narrativos como las llamadas “lecciones de cosas”. Su crítica al movimiento, que está recogida en el libro La cuestión palpitante es inteligente y medida, sabe distinguir los aciertos literarios de los errores ideológicos.
La sociedad de la época no supo entender la postura de Pardo Bazán, que se convierte en la capitana de los naturalistas españoles, a su pesar y cuando su actitud había sido más bien crítica que laudatoria hacia el movimiento.
Hacia finales de siglo se desarrolla otra corriente literaria que desbanca al Realismo-Naturalismo del siglo XIX y que va a tener dos vertientes: el Modernismo y la Generación del 98, que hoy la crítica tiende a unificar.
Del Modernismo dijo Juan Ramón Jiménez que era un “gran movimiento de entusiasmo y libertad hacia la belleza”.
El gran difusor del movimiento fue el poeta nicaragüense Rubén Darío, aunque tuvo importantes precursores en Hispanoamérica, entre los que es de justicia citar al colombiano José Asunción Silva. La publicación en 1888 de Azul de Rubén Darío marca el comienzo de la expansión de este movimiento que se extendió rápidamente por Europa. Su lema poético “Música ante todo”, lo habían tomado del poeta simbolista francés Paul Verlaine, y, en efecto, la musicalidad de los versos fue el rasgo más llamativo de la nueva escuela.
Otros rasgos fueron el carácter predominantemente esteticista del movimiento, el cosmopolitismo, su eclecticismo, ya que asimilaron a su estética tanto la poesía medieval y del siglo de Oro español como las últimas corrientes de parnasianismo y simbolismo. Como rasgo negativo se le atribuyó cierta superficialidad por atender más a los aspectos formales que a los problemas sociales o existenciales. Pero la crítica actual niega ese defecto, que sólo se da en algunos de sus poetas y no en las grandes figuras (el mismo Rubén, Juan Ramón, los Machado o Valle-Inclán).
Pardo Bazán incorporó a sus últimas novelas (La quimera, La sirena negra, Dulce Dueño...) rasgos de este movimiento.
La otra vertiente de la literatura finisecular en España la marcó la Generación del 98, cuyos rasgos más característicos fueron la preocupación por los problemas nacionales, la actitud crítica, el pesimismo, provocado por de la decadencia española y la perdida de las colonias, y el planteamiento de grandes temas existenciales (Dios, el sentido de la vida, la existencia o no de una vida ultraterrena...). En el aspecto formal se caracterizaron por una gran austeridad. Se ha llegado a decir que su retórica era la falta de retórica. Doña Emilia coincidió con el 98 en la preocupación por España y a ello dedicó numerosos artículos.
Otro aspecto que debemos tener en cuenta en esta época es la creciente importancia de los movimientos feministas que propiciaban la incorporación de la mujer a la vida social.
Durante siglos la mujer se había visto recluida en el ámbito familiar y, con la excepción de algunas aristócratas y de algunas monjas, su instrucción era prácticamente nula. El número de personas que sabía leer en España en el siglo XIX era escaso, pero el analfabetismo general se mantuvo mucho más tiempo entre las mujeres. En 1860 el analfabetismo masculino era del 64 % y el de las mujeres del 86 %. En 1920 el primero se había reducido a un 46% mientras que el de las mujeres estaba todavía en el 57 %.
La falta de instrucción afectaba también a las clases altas. Doña Emilia cuenta al respecto una anécdota muy significativa. Una amiga suya le preguntó a su padre dónde estaba Rusia, y el buen señor, muy enfadado, le contestó: “A las mujeres de bien no les hace falta saber eso”.
Si la educación levantaba reticencias, mucho más rechazo provocaba el trabajo de la mujer fuera del hogar y el acceso a determinadas carreras. Es proverbial el caso de Concepción Arenal, que asistía a las clases de la Universidad disfrazada de hombre.
La propia Pardo Bazán sufrió esta discriminación, que impidió que fuese elegida miembro de la Real Academia Española de la Lengua y que la apartó de la cátedra de la Universidad (a la que accedió por decreto del ministro de Instrucción Pública Julio Burell) La oposición del claustro de profesores y de los estudiantes la llevó a retirarse por falta de alumnos.
Don Juan Valera, en su artículo “Las mujeres y la Academia “resume la retrógrada actitud de la sociedad ante el tema de la emancipación femenina y del deseo de las mujeres de una igualdad social: “Es en la mujer pecaminosa rebeldía contra los decretos de la Providencia el afán de tornarse sobrado independiente del hombre y campar por sus respetos”.
Hubo, sin embargo, a lo largo del siglo algunos intentos de remediar la falta de instrucción de las mujeres y favorecer su incorporación a la sociedad y al trabajo independiente. En este sentido hay que citar la labor de la Escuela Normal Central de Maestras creada en 1858 y su red de Escuelas Normales de provincias, así como la llevada a cabo por la Institución Libre de Enseñanza creada en 1876, que defendía la coeducación y el derecho a la igualdad de educación de los dos sexos.
2. CRONOLOGÍA
AÑO |
AUTOR-OBRA |
HECHOS HISTÓRICOS |
HECHOS CULTURALES |
1851 |
Nace doña Emilia. |
1857 |
Nacimiento del que iba a ser Alfonso XII. |
1860 |
Escribe sus primeros versos a las tropas españolas vencedoras en la guerra de África. |
Termina la guerra de África, que había comenzado en 1859. |
1863 |
Rosalía de Castro: Cantares Gallegos, que inicia el Rexurdimento de la Literatura Gallega. |
1868 |
Doña Emilia se casa. |
Se produce la revolución liberal llamada la Gloriosa, que surge de la alianza de progresistas. republicanos y demócratas. Provoca el exilio de la Reina Isabel y más tarde la I República Española. |
Emile Zola: Teresa Raquin, que se considera el punto de partida de la novela naturalista. |
1869 |
Las Cortes Constituyentes aprueban una nueva Constitución de signo liberal. |
1870 |
Amadeo de Saboya es elegido rey de España. |
Muere Gustavo Adolfo Bécquer. |
1871
|
Doña Emilia se va con toda su familia a Francia “con ánimo de ver correr tranquilamente desde París las turbias aguas de la revolución, ya sin dique” (Apuntes Autobiográficos). |
Se publican las Rimas de Bécquer, uno de los libros más leídos de la literatura española. |
1873 |
Doña Emilia regresa a España con su familia. |
1874 |
Un golpe de estado instaura de nuevo la monarquía en la persona de Alfonso XII. España vive una época turbulenta de gran descontento social. |
Juan Valera: Pepita Jiménez. Pedro Antonio de Alarcón: El sombrero de tres picos. |
1876 |
Nace su hijo Jaime. Gana el primer premio de poesía y ensayo en los juegos florales celebrados en Orense en conmemoración del 2º Centenario del Padre Feijoo. |
Galdós: Doña Perfecta. |
1878 |
Nace su hija Blanca. |
Galdós: Marianela. |
1879 |
Publica su primera novela, Pascual López, autobiografía de un estudiante de medicina. |
El Rey y su esposa María Cristina son víctimas de un atentado del que salen ilesos. |
1880 |
Viaja por Francia y reside una temporada en el balneario de Vichy. |
1881 |
Publica su segunda novela, Un viaje de novios, y su único libro de poesía, Jaime. |
1882 |
Publica La Tribuna. |
1883 |
Publica en formato de libro, La cuestión palpitante, serie de artículos que había salido en La Época. |
Atentado anarquista de gran repercusión en Andalucía. |
1884 |
“Clarín”: La Regenta. Galdós: La de Bringas. |
1885 |
Publica El cisne de Vilamorta. |
Muere el rey Alfonso XII. Su hijo quedará bajo la regencia de la reina María Cristina hasta 1902. |
Pereda: Sotileza. |
1886 |
Viaja a París. Conoce y trata a los hermanos Goncourt, a Zola y a Huysmans. Publica Los Pazos de Ulloa. |
Nace el futuro Alfonso XIII. |
Galdós: Fortunata y Jacinta. |
1887 |
Habla en el Ateneo de Madrid sobre la revolución y la novela en Rusia. Viaja a Roma. Publica La Madre Naturaleza. |
1888 |
Publica Mi romería. |
1890 |
Publica Una cristiana y La prueba. |
1891 |
Funda la revista cultural Nuevo Teatro Crítico, que escribe ella sola en su totalidad. Publica La piedra angular. |
1894 |
Publica Doña Milagros. |
1896 |
Publica Memorias de un solterón. |
1897 |
Canovas es asesinado por el anarquista italiano Miguel Angiolillo. |
1898 |
Desastre militar en Santiago de Cuba. Se pierden las últimas colonias: Cuba, Puerto Rico y Filipinas. |
1899 |
Estancia en París como conferenciante. |
1900 |
Visita la Exposición Universal de París. |
Juan Ramón Jiménez: Almas de violeta, cuyos poemas repudiaría después casi en su totalidad. Muere el pintor Joaquín Vaamonde, amigo y protegido de doña Emilia y autor de los mejores retratos de la autora que se conservan. |
1901 |
Galdós estrena Electra, drama anticlerical, que ocasiona una verdadera conmoción cultural. |
1902 |
Viaja por Bélgica y Holanda. Publica Por la España católica y Misterio. |
Alfonso XIII alcanza la mayoría de edad y es coronado rey. |
Baroja: Camino de perfección. Valle-Inclán: Sonata de otoño. Azorín: La voluntad. Unamuno: Amor y pedagogía. Estas cuatro novelas iban a cambiar el rumbo de la narrativa española. |
1905 |
Publica La Quimera. |
1906 |
Es nombrada presidenta de la sección de literatura del Ateneo de Madrid. |
1908 |
Recibe el título de Condesa de Pardo Bazán. Publica La sirena negra. |
1909 |
Estalla un movimiento revolucionario en Barcelona que se conoce con el nombre de Semana trágica. |
1911 |
Publica Dulce Dueño. |
1912 |
Muere su marido, don José Quiroga. |
Un atentado anarquista pone fin a la carrera de José Canalejas. |
1914 |
Comienza la Primera Guerra Mundial. España se declara neutral. |
1916 |
Es nombrada profesora de Literatura y Lenguas neolatinas de la Universidad de Madrid. |
1917 |
La Revolución de Octubre provoca la abdicación del zar Nicolás II y lleva a los bolcheviques rusos al poder. |
1920 |
Se funda el Partido Comunista Español. |
1921 |
Muere el 12 de mayo a consecuencia de una gripe. |
Es asesinado Eduardo Dato. |
3. VIDA Y OBRA DE EMILIA PARDO BAZÁN
Emilia Pardo Bazán nació en La Coruña en 1851 en una familia de clase social alta y adinerada.
Tuvo una infancia feliz. Su madre, doña Amelia de la Rúa, era una mujer cariñosa y de buen carácter que fue de gran ayuda a su hija a lo largo de toda su vida. Su padre, don José Pardo Bazán, era hombre de talante liberal que apoyó siempre la vocación literaria de su hija. Según la escritora cuenta, su padre veía con simpatía las reivindicaciones feministas de la época.
Tuvo la educación propia de una señorita de buena familia de entonces. Estudió en un colegio francés, de donde salió hablando correctamente el idioma y poco más. Su cultura, que fue muy amplia, se debe a su propio esfuerzo. Leyó mucho desde niña y eso le dio la base para la formación autodidacta que iniciará después de casada.
Se casa muy joven, sin haber cumplido aún los diecisiete años. Su marido, don José Quiroga, solo tiene tres más y pertenece como ella a la alta burguesía provinciana. Forman una pareja curiosa: ella bajita y regordeta; él muy alto y delgado, algo desgarbado. La pareja, en los primeros años, viven a la sombra de sus dos familias. El padre de doña Emilia es elegido en 1869 diputado a Cortes y la familia, incluidos los recién casados, se traslada a Madrid. Allí pasan los inviernos. Y en los veranos se trasladan a Galicia, donde ambas familias tienen casas solariegas.
En Madrid durante algún tiempo doña Emilia hace la vida propia de una joven casada de su clase social: aprende equitación, va los conciertos y a los toros, conoce a los artistas de moda, se pasea en coche descubierto por el paseo de La Castellana, viendo y dejándose ver, hace excursiones al Escorial o a Aranjuez. Pronto se cansa de esta vida que considera frívola y empieza a experimentar, nos dice en sus Apuntes autobiográficos, “un sentimiento de angustia inexplicable” como el de alguien que está faltando a un deber. Sin duda, al deber de su vocación literaria, que había dado unos primero frutos en la niñez y que después había abandonado.
Durante la estancia en Francia, a donde la familia se exilia para escapar a los desórdenes sociales que siguieron a la revolución del 68, doña Emilia inicia en serio su formación intelectual. Aprende inglés e italiano para poder leer en su lengua a los autores que le gustan. Viaja por Italia y Viena visitando museos y monumentos. Lee sin descanso.
Al regresar a España en 1973 entra en contacto con el movimiento krausista y se hace amiga de sus principales representantes. Estudia filosofía y alemán y sigue leyendo, ya de un modo sistemático, a los mejores autores de la literatura universal. Con todo ello va reparando las lagunas y huecos de su formación, según sus palabras, “a modo de cantero que tapa grietas en una pared”.
En 1876 nace su primer hijo, Jaime, y dos años más tarde su hija Blanca. Sus obligaciones familiares no frenaron su actividad intelectual que empieza a dar los primeros frutos. En los juegos florales que se celebran en Orense en 1976 para conmemorar el segundo centenario del Padre Feijóo quedó ganadora, tanto en la modalidad de poesía como en el de ensayo, en competencia con el poeta Valentín Lamas Carvajal y con la escritora Concepción Arenal, que recibieron el segundo premio, con manifiesta injusticia por parte del jurado, según opinión mayoritaria de la crítica actual.
Empieza, pues, doña Emilia su carrera literaria de forma polémica, pero arrasadora.
La lectura de los novelistas españoles contemporáneos (Galdós, Pereda, Valera) y del francés Emile Zola, la anima a probar suerte con la narración realista y en 1879 publica su primera novela: Pascual López, autobiografía de un estudiante de medicina.
En 1880 viaja por Francia, reside una temporada en el balneario de Vichy para tratar una enfermedad del hígado y allí toma notas para su segunda novela, Un viaje de novios, que publica al año siguiente al mismo tiempo que su único libro de poesía, Jaime, inspirado por el nacimiento de su primer hijo.
Antes de regresar a España pasa una temporada en París donde es recibida en la tertulia de Víctor Hugo, que sigue siendo un gran poeta admirado y respetado, aunque los nuevos aires literarios van ya por caminos muy distintos al romanticismo.
Doña Emilia, que siempre tuvo una fina intuición para captar las novedades literarias, se percata de que en Francia se inicia la nueva tendencia que se conocerá con el nombre de Naturalismo, capitaneada por Emile Zola.
El éxito y el escándalo llegarán a la vida de Pardo Bazán en los años 1882-83, precisamente a causa de una serie de artículos que publica sobre el tema del naturalismo, reunidos bajo el título de La cuestión palpitante, y de su novela La tribuna, donde cuenta la historia de una obrera de una fábrica de tabacos que se mete a oradora política y que es seducida por un señorito.
Para escribir esta novela la autora acudió durante muchas tardes a la fábrica de tabacos de La Coruña donde trabó amistad con las obreras y pudo comprobar la dureza de la vida que llevaban. Cuando la publicó, los críticos y algunos colegas envidiosos se fijaron y resaltaron solo los aspectos más escandalosos para la época: la escena del parto de la joven obrera, la dureza del trabajo de la fábrica, y la frase final “¡Viva la República Federal!”, que no pertenece al narrador sino a un personaje.
Como sucedió a Flaubert que fue procesado por el adulterio del Emma Bovary, la sociedad de la época atribuye a doña Emilia las ideas de su personaje. Flaubert tuvo un abogado inteligente que supo demostrar que en Madame Bovary no había incitación al adulterio por parte del autor, pero Pardo Bazán tuvo peor suerte.
El escándalo literario alcanza a su vida familiar. En una iglesia de La Coruña, durante una novena, un predicador alude reprobatoriamente a la Pardo Bazán. Del púlpito salta la condena al Casino y al Círculo de Artesanos del cual es Presidente don José Quiroga: los socios no ven con buenos ojos que su esposa ande en boca de todo el mundo a causa de sus escritos.
Don José Quiroga intenta que doña Emilia se retracte públicamente de lo que ha escrito y que abandone la carrera literaria. Las tensiones en el matrimonio desembocan en una separación de hecho: doña Emilia se traslada a Madrid para dedicarse allí de lleno a la vocación literaria. Poco tiempo después publica una novela corta La dama joven en la que una mujer se ve obligada a elegir entre su vocación teatral y la vida familiar. Aunque las circunstancias son distintas, en el fondo se encuentra el mismo problema que ella tuvo que afrontar, y la lucha que debió de mantener consigo misma hasta decidirse a seguir su vocación. Al contrario de la dama joven, doña Emilia apuesta por el riesgo: se va a Madrid y en seguida a París por una larga temporada donde conoce y trata a los grandes literatos del momento. Los libros y los éxitos se suceden: El Cisne de Vilamorta (1885), Los Pazos de Ulloa (1886), La Madre Naturaleza (1887).
Sigue leyendo y ampliando su horizonte intelectual: conoce personalmente a Zola y a los Goncourt, lee a los novelistas rusos y da conferencias en el Ateneo de Madrid para divulgar las novedades del extranjero. Viaja a Portugal y a Italia. Conoce a don Carlos, el pretendiente carlista, y cuenta sus impresiones sobre él y sobre sus partidarios en Mi romería (1888), que provoca un nuevo escándalo y la escisión del partido carlista.
Los colegas la envidian: Pereda, Valera, Menéndez Pelayo tachan de esnobismo su cosmopolitismo y su curiosidad intelectual. Pero a doña Emilia le resbalan envidias y críticas. Se encuentra en la plenitud de su vida y de su fuerza creadora y en 1888 provoca de nuevo el escándalo con su novela Insolación, en la que cuenta una aventura erótica de una joven viuda gallega. El escándalo estalla no solo porque sospechan que es una historia autobiográfica sino, sobre todo, por la ideas que mantiene sobre cuestiones de moral sexual. Doña Emilia hasta el final de su vida defendió que no había “un pecado más” para las mujeres y que era injusto e hipócrita criticar y condenar a una mujer por la mismo que se alababa a un hombre: por tener relaciones con el otro sexo.
Sus ideas avanzadas en feminismo no le impidieron ser una creyente convencida y practicante, que también llevó a su obra sus creencias. Así Una cristiana y La prueba son una apología del matrimonio como sacramento.
La necesidad de una instrucción igualitaria para las mujeres la defiende en sus novelas Doña Milagros (1893) y Memorias de un solterón (1896) en la que su personaje Fe Neiras expone lo que doña Emilia pensaba sobre el tema. También en la década de los noventa funda la revista Nuevo Teatro Crítico, que ella sola escribe y edita durante tres años, dando muestras de una capacidad de trabajo excepcional.
Una serie de honores jalonan los últimos veinte años de vida de doña Emilia que goza ya de un gran prestigio y respeto. En 1906 es nombrada presidenta de la sección de Literatura del Ateneo de Madrid; es la primera mujer que ocupa ese cargo. En 1908, en atención a sus méritos literarios Alfonso XIII convierte en título nobiliario el título pontificio heredado de su padre, y doña Emilia pasa a ser condesa de Pardo Bazán. En 1910 es nombrada consejera de Instrucción pública y en 1916 el ministro la nombra por decreto catedrática de Lenguas Neolatinas de la Universidad de Madrid. El rechazo del claustro de profesores y de los estudiantes, solidarizados con ellos, la priva de alumnos. Y doña Emilia opta por abandonar la Universidad.
En 1911 publicó su última novela larga, Dulce Dueño.
En 1912 murió su marido, del que nunca llegó a separarse aunque no convivió con él.
En mayo de 1921 murió doña Emilia a consecuencia de una gripe. Poco antes había publicado su último cuento “El árbol rosa”, un hermoso relato en el que un árbol florecido se convierte en símbolo del amor imposible.
4. Los Pazos de Ulloa
Los Pazos de Ulloa es la primera parte de una larga novela. Se publicó en 1886, en dos tomos, y unos años después, en 1887, salió la segunda parte, titulada La Madre Naturaleza, también en dos tomos. Cada parte, pese a su evidente relación y a que la segunda completa y profundiza la visión del mundo de la primera, se constituye como una novela autónoma. Este tipo de relato largo dividido en dos partes lo repetirá la autora en Doña Milagros y Memorias de un solterón (1894-1896) y en Una Cristiana y La prueba (18901891), aunque estas dos últimas no pueden considerarse novelas independientes.
Los Pazos de Ulloa ha sido objeto de múltiples interpretaciones que, como sucede con todas las grandes obras artísticas, no agotan su significado sino que dejan el camino abierto a futuras visiones de los lectores.
Lo primero que nos llama la atención al comenzar su lectura es la figura de ese joven sacerdote de aspecto delicado que a duras penas se mantiene a lomos de un caballo por una escarpada senda de montaña. Somos testigos de su miedo y de su escasa capacidad para dominar tanto a su montura como a las dificultades de un terreno agreste, de apariencia poco civilizada.
Siguiéndolo a él, entraremos en contacto con tres personajes que van a representar diversos estamentos sociales a los que deberá enfrentarse el apocado curilla: la aristocracia rural, representada por don Pedro, propietario de Los Pazos; el abad, que representa al clero rural, y Primitivo, el administrador de los Pazos, figura intermedia entre el señor y la clase social más baja de criados, caseros y arrendatarios.
Poco después llegamos a los Pazos y allí nos damos cuenta del ambiente salvaje en que viven. La forma en que emborrachan al niño Perucho, la manera de dar la comida de los perros son indicios de la brutalidad del mundo al que tendrá que enfrentarse el nuevo capellán.
Julián Álvarez, es el personaje principal de la novela, su protagonista. Podemos decir que Los Pazos de Ulloa es en primer lugar su historia. En este sentido se puede considerar un novela de aprendizaje: un héroe se va enfrentando a sucesivas dificultades que le enseñan a entender el mundo que lo rodea y a formar su propio carácter en la lucha contra las adversidades. Es un proceso de maduración que convierte a un joven inexperto en un adulto experimentado y curtido en el dolor.
Hay que señalar en esta interpretación que el protagonista de la novela no es ningún ser excepcional; en cierto modo es casi un antihéroe, al carecer de las cualidades que durante siglos han adornado a los héroes de novela: la valentía, la belleza, la fuerza física, el talento... Sin embargo la autora ha conseguido que sigamos las peripecias de su vida con interés y con emoción.
Un aspecto importante de esta interpretación, que destaca los aspectos de análisis psicológico de la novela, es la relación que mantiene con Nucha, la prima del señor de los Pazos que acabará siendo su esposa. Aunque no se dice de forma explícita, todo indica que don Julián se ha enamorado de Nucha de una forma espiritual y platónica. No se trata de un amor pasional, que entre en conflicto con su vocación religiosa, pero sí de un sentimiento que lo lleva a pensar más en la felicidad de Nucha que en las conveniencias sociales, en las normas de la prudencia e incluso en los preceptos religiosos, que aconsejaban a las esposa sufrir con paciencia cualquier clase de maltrato físico o moral por parte de sus maridos y hacer así méritos para ganar la vida eterna.
Don Julián, por el contrario, llevado de sus sentimientos, al ver que don Pedro maltrata físicamente a su esposa, decide sacarla de los Pazos, junto con su hijo, sin pensar que está infringiendo la ley y provocando una situación que puede ser interpretada como un adulterio y un rapto.
El tema del cura enamorado fue muy frecuente en las novelas de la época. Lo trató el portugués Eça de Queiroz en El crimen del padre Amaro y Emilio Zola en La falta del abad Mouret, Valera en Pepita Jiménez, donde el protagonista es un seminarista, pero años después nos presenta de nuevo a un sacerdote enamorado en la novela Doña Luz. También lo hace Galdós en Tormento y Clarín en La Regenta. No es raro que a doña Emilia se le ocurriese tocar el tema, dado que le interesaban mucho todos los problemas sociales de su tiempo.
En una carta a Narcís Oller, fechada en La Coruña el 7 de julio de 1885, le dice unas palabras que demuestran que la autora daba importancia en el planteamiento de su novela a ese tema del sacerdote enamorado:
“Ahora, al leer el segundo tomo de La Regenta, me he encontrado yo con un cura enamorado de una dama. Esto mismo, aunque en bien distinta forma y modo, danza en la novela que traigo entre manos”. *
En esta novela los sueños juegan un papel importante. Hasta después de 1900 no se difundieron las ideas de Freud sobre los sueños, la interpretación psicoanalítica, que los consideraba una vía de salida para los deseos reprimidos. Sin embargo, algunos escritores los utilizaron ya en sus novelas con ese sentido: el personaje sueña algo que desea, aunque lo disimule y lo transforme en los sueños para ocultar ese deseo en su vida consciente. Los sueños de don Julián y de Perucho sirven a doña Emilia para añadir matices a la caracterización de sus personajes y permiten al lector penetrar en lo más oculto de su personalidad, revelándonos aspectos de los que ellos mismos no son conscientes. Perucho se siente culpable de raptar a la Nené y tiene miedo de perderla, por eso sueña con la fiera que se lanza sobre él, y don Julián en el sueño usurpa el papel de protector que corresponde al marido.
Además de los aspectos psicológicos, en Los Pazos de Ulloa es muy importante el elemento social, hasta el punto de que puede considerarse un documento de época, un testimonio sobre la forma de vivir de diversas clases sociales en la España de final del siglo XIX.
Don Pedro Moscoso y Ramón Limioso, cada uno a su modo, representan a la aristocracia rural y son un ejemplo de su decadencia. Los pazos en los que viven, desvencijados y descuidados, son un símbolo de la ruina de la nobleza campesina.
El clero, en su mayoría ignorante y de costumbres relajada y corrompidas, intervine activamente en la política y detenta un poder que es más material que espiritual. Es, igual que la aristocracia, partidario del carlismo.
Los campesinos malviven, oprimidos por administradores (en la novela Primitivo) que son los verdaderos amos de los pazos, que engañan al señor y ejercen un dominio tiránico sobre los pequeños colonos y arrendatarios, así como sobre los criados.
Frente al tópico bucólico e idealizado de la vida campesina, Pardo Bazán pinta la vida de la aldea con colores muy negros. Lo que piensa sobre ella está resumido en la frase que pone en boca del padre de Nucha y que don Julián recuerda en su primera noche en los pazos: “ La aldea, cuando se cría uno en ella y no sale de allí jamás, envilece, empobrece y embrutece”.
En la novela abundan los ejemplos de esa vida envilecida, empobrecida y embrutecida: recordemos la borrachera de Perucho, la paliza de don Pedro a Sabel, el intento de seducción de esta a don Julián...
El mundo de la política está representado por los caciques locales, que carecen de todo ideal y solo se preocupan de conseguir su parcela de poder. Buscan su beneficio particular sin la menor intención de mejorar la sociedad o de participar en las cuestiones que se debatían en la nación.
No falta tampoco la visión de la vida en las ciudades pequeñas, provincianas, se decía en la época. Es menos dura que la de los campesinos, un poco más refinada, sin duda, pero la autora destaca una serie de defectos que han caracterizado a la sociedad de esas ciudades y que en algunas siguen vivos: la murmuración, la chismografía, el estar pendiente de la vida de los demás para criticarlos; la envidia, la falta de horizontes y de expectativas para quienes viven allí, y, sobre todo, la maledicencia que se ceba en las mujeres. Recordemos que Don Pedro no elige para casarse a Rita, la mayor de sus tres primas, que es la única que le gusta, por algunos comentarios un poco irónicos que oye en el casino sobre ella, y que la narradora califica de “ligerezas insignificantes”.
Con esto pasamos a otro tema importante en el aspecto de documento social de la novela: la situación de las mujeres en la sociedad de fines del siglos XIX y comienzos del XX.
Aunque había ya importantes brotes de reivindicaciones feministas en los países occidentales de Europa y en Estados Unidos, en España esas corrientes tardaron en dar fruto.
A través de la figura de don Pedro, Pardo Bazán critica un modo de conducta que hoy calificamos de machista, pero que era la común en aquella época. Don Pedro, que vive en concubinato con Sabel, no admite en las mujeres la más mínima falta, e incluso considera condenables (“pecados gordos”) diversiones tan inocentes como salir a pasear y lanzar una ojeada a algún pretendiente. La autora considera que esa actitud es muy típica de España y la califica de “calderoniana”, en alusión a los dramas de honor del siglo de Oro en los que el esposo, por meras sospechas, asesinaba a su esposa y lavaba su honor con sangre, según se decía entonces. Doña Emilia lo critica con duras palabras:
“Don Pedro figuraba entre los que no juzgan limpia ya a la (joven) que tuvo amorosos tratos, aun en la más honesta y lícita forma, con otro que con su marido. Aun las ojeadas en calles y paseos eran pecados gordos. Entendía don Pedro el honor conyugal a la manera calderoniana, española neta, indulgentísima para el esposo e implacable para la esposa” (cap. X).
Por su parte, Nucha encarna a la mujer que, según Pardo Bazán, no tenía vida propia, sino una vida que estaba siempre en función del padre, del esposo o del hijo. Doña Emilia llamaba a esto el “destino relativo” de las mujeres y decía que el eje de sus vidas “ no es la dignidad y felicidad propias, sino la ajena del esposo e hijos, y si no hay hijos ni esposo, la del padre o el hermano, y cuando estos faltaren, la de la entidad abstracta género masculino”. *
Esas ideas machistas fueron criticadas en La Madre Naturaleza por boca del personaje Gabriel Pardo, hermano de Nucha.
Un aspecto que no podemos dejar de plantear es el del supuesto naturalismo de la novela. Vamos a analizar en qué medida Los Pazos de Ulloa participa de los planteamientos que Emile Zola desarrolló en la serie de novelas sobre Los Rougon-Macquart, historia natural y social de una familia bajo el Segundo Imperio.
Zola a través de una veintena de novelas cuenta la historia de una familia y trata de demostrar que el ambiente, la herencia fisiológica y las circunstancias históricas determinan de modo inapelable la trayectoria vital de las personas y explican sus comportamientos.
Estos presupuestos son contrarios a la doctrina católica, que defiende el libre albedrío humano frente a todo tipo de condicionamientos, postura defendida en una de las mejores obras de nuestro teatro clásico: La vida es sueño de Calderón de la Barca. En esta obra el autor se propone demostrar justo la teoría contraria a la mantenida por Zola: las circunstancias, la herencia, el ambiente pueden “inclinar el albedrío”, pero nunca forzarlo.
Doña Emilia era católica confesa y practicante, de modo que en sus intenciones nunca estuvo defender el determinismo. Bien al contrario, criticó con convincentes argumentos la postura de Zola en la serie de artículos que reunió después bajo el título de La cuestión palpitante.
¿Por qué, entonces, la crítica, tanto la de su tiempo como gran parte de la actual se empeña en considerar la novela como una obra naturalista? Porque, aunque las intenciones de la autora no sean deterministas, los resultados lo son. El lector de muchas obras de doña Emilia, y Los Pazos es una de ellas, tiene la impresión de que los personajes son incapaces de escapar a un destino que está predeterminado por sus circunstancias personales, sociales e históricas. Dicho de otra forma: si la autora se hubiera propuesto demostrar que don Julián es víctima de su temperamento “linfático-nervioso”, del ambiente vivido en su casa y en el seminario y del momento de decadencia histórica que le tocó vivir, el resultado hubiera sido probablemente el mismo. Y otro tanto podemos decir si tomamos el personaje de Nucha o de don Pedro. Los sentimos absolutamente condicionados por unas circunstancias a las que son incapaces de superar y que los empujan a actuar con despotismo de tirano en un caso y con sumisión de esclava en el otro.
¿Cómo entender esa discordancia entre las creencias de la autora y la visión del mundo que reflejan algunas de sus novelas? La explicación está en que doña Emilia a la hora de escribir no piensa en hipótesis ideológicas que haya que defender o atacar. No hace novelas de tesis y mucho menos panfletos. Ella busca la coherencia interna de sus personajes y las situaciones. Es una gran observadora, que mira la realidad y la pinta como la ve. Y la realidad le da casi siempre la razón a Zola y no a la doctrina católica: aunque el hombre sea libre de elegir, las circunstancias personales y sociales de cada personas condicionan de tal modo su destino que la mayoría de las veces esa elección se convierte en una utopía inalcanzable.
Y eso es lo que pasa en Los Pazos de Ulloa. Don Julián es apocado, tímido, lo mismo que Nucha. El ambiente y las circunstancias les son adversos. Hay un momento en el que parece que van a ser capaces de escapar a ellas, pero la pérdida de las elecciones (de nuevo una circunstancia histórica) cierra el camino de la salvación y precipita la tragedia.
Más que de naturalismo convendría hablar en Los Pazos de pesimismo, que doña Emilia juzgaba inseparable de la concepción católica de la vida. Ella misma nos ha dado la clave de la visión del mundo que reflejan sus novelas. En su estudio sobre Balzac, de su libro de Literatura Francesa, escribió:
“El análisis encarnizado, anatómico, lúcido de la miseria humana — que vale tanto como decir de la vida humana — es, en cambio, tarea y obra de escritor católico, no materialista, sino pesimista, necesariamente pesimista. Dimana del dogma del pecado original y la caída, de la corrupción de nuestra naturaleza, de la certidumbre de que nos rodea el mal y nos persigue eternamente el dolor”. (La Literatura francesa moderna. II, La transición, V. Prieto y compañía, Madrid, 1911, p.150-151)
Esa clase de análisis —encarnizado, anatómico, lúcido— es el que ella aplicó a la realidad que la rodeaba.
5. OPINIONES SOBRE LA OBRA
“Bien se puede decir ahora sin ningún género de reservas: Doña Emilia Pardo sabe escribir buenas novelas”.
(Leopoldo Alas, “Clarín”, La Ilustración Ibérica,
9 de enero y 5 de febrero de 1887)
“No veo ideas sentidas ni sentimientos reflexionados; no veo el alma de esta señora, que tanto tendrá que ver”.
(Leopoldo Alas, “Clarín”, Nueva Campaña (1885-1886),
Madrid, Librería de Fernando Fe, 1887, pp. 215-237)
“Es lo cierto que he devorado el libro con verdadera ansia, y que el interés de la narración me ha espoleado de tal modo que sola la imprescindible necesidad me hacía interrumpir su lectura”.
(Lorenzo Benito de Endara, “Los Pazos de Ulloa”,
La Revista Contemporánea, 28 de febrero de 1987, pp. 393-404)
“En Los Pazos de Ulloa todo es más verídico, verdadero, y es interesante y sentimental, sin caer en lo melodramático ni en la sensiblería”.
(Luis Vidart, “La historia y la novela”,
Revista de España, 121 (1888), pp. 30-31)
“La obra maestra de Emilia Pardo Bazán es Los Pazos de Ulloa, publicada este año, y en la cual todo es hermoso, los caracteres vivos, la acción sencilla y patética, el fondo del paisaje, el estilo”.
(Benito Pérez Galdós, Arte y Crítica, Madrid,
Renacimiento, 1923, pp. 203-206)
“Los Pazos me ha parecido la mejor novela de la Pardo, con capítulos de una belleza indiscutible, sin que aparezca por toda la novela señal alguna de ese pujo de sectaria artificiosa del naturalismo convencional al uso, que tanto perjudica en otras”.
(José María de Pereda, Cartas a Galdós,
edición de Soledad Ortega, Madrid,
Revista de Occidente, 1964, pp. 114-115)
“Pintar la belleza de lo feo, la belleza de lo trivial compitiendo con los maestros de la pintura fue una de las ambiciones de la novelista que irá desarrollándose mucho en sus últimas novelas. Sin embargo, ya en Los Pazos de Ulloa pone en obra su objetivo con indiscutible acierto”.
(Nelly Clemessy, prólogo a su edición de Los Pazos de Ulloa,
Madrid, Espasa-Calpe, 1987, p. 50)
6. BIBLIOGRAFÍA ESENCIAL
Ediciones
Primera edición:
Los Pazos de Ulloa, novela original, precedida de unos “Apuntes autobiográficos”, por Emilia Pardo Bazán, Barcelona, Daniel Cortezo y Cía. Editores, 1886, 2 vols. 8º, 344 pp.
Principales ediciones modernas con estudios preliminares y notas:
–Madrid, Castalia, Clásicos Castalia, 1986. Edición de Marina Mayoral.
–Madrid, Espasa-Calpe, Clásicos Castellanos, 1987. Edición de Nelly Clèmessy.
–Madrid, Cátedra, Letras Hispánicas, 1997. Edición de Mª Ángeles Ayala.
–Barcelona, Crítica, Biblioteca Clásica, 2000. Edición de Ermitas Penas. Estudio preliminar de Darío Villanueva. Ediciones de bolsillo:
–Madrid, Alianza, El Libro de Bolsillo. Múltiples ediciones desde 1966.
Estudios
–BAQUERO GOYANES, Mariano, La novela naturalista española: Emilia Pardo Bazán (1955). Reedición, Murcia, Universidad de Murcia, 1981.
–CLÈMESSY, Nelly, Emilia Pardo Bazán (De la teoría a la práctica), Madrid, Fundación Universitaria Española, 1983.
–FALIS, Pilar, Emilia Pardo Bazán. Su época, su vida, su obra. Fundación Pedro Barrié de la Maza, La Coruña, 2003.
–FREIRE LÓPEZ, Ana María, Estudios sobre la obra de Emilia Pardo Bazán, La Coruña, Fundación Pedro Barrié de la Maza, 2003.
–HEMINGWAY, Maurice, Emilia Pardo Bazán: the making of a novelist, Cambridge, Cambridge University Press, 1983.
–The Early Pardo Bazán (Theme and Narrative Technique in the Novels of 1879-89), Liverpool, Monographs in Hispanic Studies, Francis Cairns Ltd, 1988.
–MAYORAL, Marina, coordinadora, Estudios sobre “Los Pazos de Ulloa”, Madrid, Cátedra, Centro de las Letras, 1989.
–PAREDES, Juan, Los cuentos de Emilia Pardo Bazán, Granada, Universidad, 1979.
–PATTISON, Walter T., Emilia Pardo Bazán, Nueva York, Twayne Publishers, 1971.
–VARELA JÁCOME, Benito, Emilia Pardo Bazán, La Coruña, Vía Láctea Editorial y Ayuntamiento de La Coruña, 1995.
7. LA EDICIÓN
La presente edición reproduce la primera que se hizo de Los Pazos de Ulloa, la del editor Daniel Cortezo y Cía., Barcelona, 1886, en 2 volúmenes.
He preferido el texto de la primera edición porque creo que la mayoría de las variantes de la segunda no son correcciones de la autora sino obra de un corrector poco atento que comete errores.
La segunda edición tiene laísmos, vicio de lenguaje raro en un escritor gallego y que no recuerdo haber visto en las cartas manuscritas de Pardo Bazán.
Estos son algunos de los que aparecen en la segunda edición:
“A ésta la quise dar un abrazo” (cap. IX).
“Si la miran o no la miran, si la dicen o no la dicen” (cap. X).
“... Se emboscaba a la entrada de la capilla para ver salir a la
nena y hacerla mil garatusas” (cap. XXIV).
Hay también cambios de “lo” por “le” que son raros en doña Emilia:
“No, no era Dios, sino el pecado, en figura de Sabel, quien lo arrojaba del paraíso.” Segunda edición: “le arrojaba” (cap. VIII).
“El afecto con que lo trataba Nucha.” Segunda edición: “le trataba” (cap. XXIII).
“Creer que Dios se los envía (los padecimientos) para probarla.” Segunda edición: “les envía” (cap. XXVII).
Hay erratas en la segunda edición que parecen obra de un corrector, atento a la exactitud de la palabra, pero no al sentido que tiene en el texto. Por ejemplo: En el desván de la casa de la Lage, las chicas encuentran “escofietas y ridículos, bordados de abalorios” (cap. XI), es decir, tocados para el pelo y bolsitos de mano, llamados “ridículos” (de “reticulus”, hechos de red), con bordados de abalorios. Pues bien, en la segunda edición, una mano, probablemente masculina, los convierte en “ridículos bordados de abalorios”. De igual forma, el grado de parentesco entre don Pedro y sus primas, “grado prohibido, pero dispensable” a la hora de pensar en matrimonio, se convierte, en la segunda edición, en “indispensable” (cap. IX).