Aprender a educar 2 Casos prácticos para evitar el mal comportamiento y el fracaso escolar

Pedro García Aguado

Fragmento

cap-2

 

La felicidad es posible porque TODO SE EDUCA.

PEDRO GARCÍA AGUADO y
FRANCISCO CASTAÑO MENA,
Aprender a educar

«Aprender a educar» es el proyecto de asesoría familiar dirigido a los padres y las madres y, por supuesto, a sus hijos (obviamente, nos referimos a hijos e hijas) en el que trabajamos con chicos y chicas que se comportan mal. Como veis, su nombre no es «Aprender a comportarse» ni va dirigido en exclusiva a los adolescentes de ambos sexos. La realidad es que en más del 99 % de los casos de chavales con mal comportamiento el origen del problema está en que las familias no disponen de estrategias para poder educar bien a sus hijos. Los padres (obviamente, padres y madres) lo hacen lo mejor que saben y con la mejor de las intenciones, pero suelen carecer de recursos para conseguir que su hijo cumpla con sus obligaciones sin llegar al conflicto, y ahí estamos nosotros para ayudarlos.

Comprender que un chaval debe tener una conducta reglada en cualquier situación familiar es fundamental. Los problemas y el bienestar de toda la familia dependerán de las pautas educativas que establezcamos a nuestros hijos. Eso significa que, como padres, no podemos obviar nuestra responsabilidad. Si la educación es un camino, los padres tenemos que ser buenos guías y acompañarlos en esta aventura que es la vida. Ahora bien, suele darse por sentado que por el hecho de ser padre uno sabe educar a su hijo, y no es así. Para ser padre o madre, como para cualquier cosa, hay que formarse.

Por otro lado, si tienes un niño o una niña obediente (o, como lo llamamos nosotros, «redondo»; es decir, más fácil de controlar y de convencer), resulta más sencillo conseguir que se comporte adecuadamente. Pero cuando un chico o una chica es más testarudo (o «cuadrado»; es decir, que no cede con facilidad y se resiste a hacer lo que se le dice), y sus progenitores no consiguen que se limpie los dientes, que haga su cama o que se quede quieto, por ejemplo, es en ese momento cuando se pierden los estribos. ¿Hay alguna manera de evitar estas situaciones? Nosotros creemos que sí, y vamos a enseñarte cómo.

Hallarás más información sobre los hijos redondos y los hijos cuadrados en nuestro blog. Seguid el siguiente enlace y compartid vuestras impresiones:

http://aprenderaeducar.org/2015/02/04/hijos-redondos-y-cuadrados

QUIÉNES SOMOS

Pedro García Aguado y Francisco Castaño Mena somos los creadores de la conferencia y el libro Aprender a educar y una de nuestras premisas fundamentales es que los niños no son malos; solo se comportan mal.

Pedro, coach del programa de televisión Hermano mayor y campeón olímpico de waterpolo, entiende los motivos por los que los jóvenes se rebotan contra el mundo: él mismo conoció la parte oscura del ser humano. Sin embargo, con esfuerzo y decisión pudo salir adelante, y por el camino aprendió a qué retos se enfrentan los niños y los padres del siglo XXI. Sus dos hijas, Claudia y Natalia, son hoy en día sus principales maestras.

Francisco, la otra mitad imprescindible del proyecto «Aprender a educar», es profesor, orientador y padre. Su experiencia docente le permite ayudar a infinidad de jóvenes con problemas de conducta, baja autoestima y fracaso escolar. Aunque lleva muchos años dedicado a la educación, confiesa que cada día aprende una cosa nueva. Una de sus metáforas favoritas es la de que en el ámbito de la educación, como en la vida, siempre es necesario dar una pedalada más. En su opinión, «hay que educar en el respeto y el equilibrio si queremos que nuestros hijos sepan comportarse». Sus hijos, Ismael y Gabriel, le han dado otra pista imprescindible: debemos ser muy constantes y tener muchísima paciencia si queremos que nuestros hijos aprendan.

Digámoslo claramente: la buena educación no es solo la que te ahorra problemas, sino la que hace de tu hijo una persona feliz; es decir, capaz de enfrentarse al mundo con seguridad y confianza, porque le hemos dado las herramientas y los valores para ello. Si vuestro objetivo como padres es hacer de vuestro pequeño una persona autónoma, respetuosa y segura, seguid leyendo, ¡adelante!

Reflexionemos: los conflictos surgen cuando nuestros hijos no pueden afrontar los retos que se les plantean. Y eso ocurre si no los hemos educado en el conocimiento de sí mismos y en el desarrollo de sus posibilidades.

OBJETIVOS

Nuestro proyecto responde a una realidad muy extendida en nuestra sociedad. Los chicos que han recibido una mala educación suelen ser personas inseguras, con una baja autoestima e impulsivas, no se sienten capaces de afrontar los retos que les propone el mundo y a menudo reaccionan con apatía, victimismo, accesos de ira, conductas de riesgo (alcohol, drogas, sexo), lo cual hace más grande la brecha existente entre ellos y el mundo. Como veremos a continuación, quererse a sí mismos, saber gestionar las emociones y la frustración, así como sentirse seguros de poder luchar por aquello que quieren son elementos imprescindibles en la construcción de una identidad equilibrada y responsable. Y eso se educa.

En relación a esto, queremos destacar el caso de los pequeños que sufren el Síndrome del Niño Emperador. Estos niños, que están acostumbrados a recibir todo lo que necesitan y desean, se muestran incapaces de cumplir con sus deberes y se niegan a aceptar que no todo les saldrá como quieren. Y cuando chocan contra la realidad estallan, reaccionan con violencia, intentan expresar sus emociones de la única manera que saben, y todo ello va en detrimento tanto de sí mismos como de quienes están a su alrededor.

Ante el hecho de que casos como los anteriores son cada vez más comunes, desde «Aprender a educar» nos proponemos ayudar a los padres y las madres a gozar de mejores herramientas, con un enfoque desde tres perspectivas claramente diferenciadas: conferencias, talleres presenciales y online, y consultas presenciales.

Por un lado, impartimos una serie de conferencias con las que queremos sensibilizar a los progenitores acerca de la importancia de formarse y aprender a educar a los hijos. ¿Y por qué es necesario? Pues porque, como hemos dicho, ser padre no te convierte en buen educador; es más: te hace responsable de una persona que en adelante irá creciendo y desarrollándose y ante la que tendrás que responder. Si conoces los métodos, las herramientas y los valores para hacer de tu hijo una persona responsable, lograrás que la convivencia sea fácil y juntos podréis construir un hogar agradable. Si, por el contrario, ignoras tus deberes como padre y no haces ningún esfuerzo por aprender a educar a tu hijo te encontrarás con muchos problemas que habrían sido fácilmente evitables en un principio.

En otras palabras: podemos prevenir muchos problemas en la adolescencia si educamos a nuestros hijos ya desde pequeños. A ese aprendizaje dedicamos los talleres presenciales y online para padres. Uno de nuestros lemas es: mejor prevenir que curar. Todo se aprende. Todo se educa. Cuanto antes empecemos a educar a nuestros hijos, antes se construirán una identidad confiada y firme, y los ayudaremos a insertarse en una sociedad siempre cambiante. Esperar hasta la adolescencia para explicar qué es la responsabilidad es dejar perder unos años valiosos. Si no educamos a nuestros hijos en cierto orden y cierto respeto les estamos enseñando todo lo contrario: el desorden y la actitud irrespetuosa.

Cuando detectamos un caso es necesario dar un paso extra: hace falta actuar. Este es el tercer pilar de nuestro proyecto: tenemos abierta una consulta en Barcelona y otra delegación en Zaragoza a las que los padres con problemas acuden para que les echemos una mano. Algunas situaciones familiares requieren de la ayuda de un profesional, y ahí es donde entramos en acción nosotros y nuestro equipo. Cuando existe un trastorno de comportamiento, hay que atajarlo lo antes posible. Si se observa una mala conducta, debe solucionarse con celeridad. No son cosas de críos, y no es cierto que «ya se le pasará», como acostumbra pensarse. Los padres que vienen a nuestra consulta por primera vez están desesperados. No hay que llegar a ese extremo para buscar soluciones. Nosotros somos partidarios de que cuando empieza a detectarse un problema, es el momento de buscar ayuda. No nos dejemos dominar por un sentimiento de impotencia o de fracaso como padres y madres, al contrario. Lo peor que podemos hacer es esperar a que el tema esté demasiado enquistado. Si notas que hay problemas, actúa y pide ayuda.

MÉTODO

En «Aprender a educar» nos centramos en la terapia conductual, eso significa que nos interesa enseñar a los padres a establecer normas, límites y consecuencias (lo explicaremos en el capítulo siguiente) para que los niños aprendan a comportarse y a cumplir con sus obligaciones. Como veréis, se trata de herramientas muy sencillas y prácticas que se alejan de las teorías abstractas: enseñamos el poder de un NO dicho en el momento oportuno; mostramos los beneficios de establecer unas pautas de comportamiento básicas y claras desde el principio; demostramos la importancia del refuerzo positivo. Y lo más importante: os indicamos cómo hacerlo.

El primer contacto que establecemos con las familias suele ser muy revelador, pues vemos cómo interactúan los miembros entre ellos y les pedimos que nos expliquen qué esperan de la terapia. Ese encuentro inicial se da con los dos padres y con el niño o la niña. En las sesiones posteriores, dependiendo de cuáles sean las necesidades, trabajaremos con los progenitores, con el chaval o con la familia al completo. Mediante este sistema podemos insistir en la adopción de hábitos beneficiosos para el orden familiar y para la vida cotidiana del chaval, quien, a medida que pasan las semanas, aprende a organizarse el tiempo de una manera más eficaz, a no responder con violencia y a gestionar su frustración.

Al igual que la convivencia, o que la educación, esas sesiones se entienden como un proceso que no siempre es lineal. Somos conscientes de que no podemos cambiar las condiciones externas (socio-económicas o familiares); en vez de eso, trabajamos en las condiciones propias de la familia, sobre todo en sus costumbres y sus actitudes, para que alcancen el orden, el bienestar y la tranquilidad.

Todas las situaciones tienen fácil solución si estamos atentos y las tratamos con cariño y paciencia. Nuestros hijos necesitarán de nosotros respuestas diferentes (tratos diferentes, actitudes diferentes) a medida que vayan creciendo; si lo tenemos presente, podremos empatizar con ellos y recordar y aprender a la par. Nuestra experiencia y nuestros recursos pueden reforzar su manera de ser y ayudarlos en su camino hacia la vida adulta.

NUESTROS LIBROS

El objetivo del primer libro que publicamos era ofrecer unas cuantas claves para que vosotros, padres y madres, empezarais ese camino fascinante que es aprender a educar. Todas las personas que nos conocen saben que abogamos por el amor, el respeto, la confianza y la flexibilidad como pilares básicos de la educación. Afortunadamente, después de la publicación de Aprender a educar (Grijalbo, Barcelona, 2014) pudimos llegar a muchos más padres y madres, la mayoría de los cuales nos felicitó y nos agradeció que en el libro les diéramos pautas para solucionar los conflictos que se suscitaban a diario con sus hijos. Algunos de ellos, sin embargo, confesaron haber intentado alguno de nuestros consejos y pautas sin obtener resultados. «¿Cómo puede ser?», nos preguntaron esos padres y madres, desorientados. «A todo el mundo parecen servirle esos consejos menos a mí.»

A esos padres les repetimos ahora lo que les dijimos entonces: vais por el buen camino. ¿Sabéis por qué? Porque os preocupa educar bien a vuestros hijos. Porque queréis ofrecer lo mejor de vosotros a vuestros chavales. Y ese es el primer paso. Desde el cariño y el respeto, podréis lograr todo lo que os propongáis. La educación no es una ciencia; es un arte. Y como tal, hay que aprenderla y desarrollarla, del mismo modo que los pintores y los escultores solo consiguen perfeccionar su técnica a base de ganar experiencia. Ser padre no te convierte automáticamente en buen educador. Es necesario practicar. Algunos diréis: «Pero ¡no disponemos de tanto tiempo para practicar!». Y tenéis razón: nuestros hijos crecen y parece que los problemas nunca se resuelven del todo.

Es el momento de dejar de preocuparse. Queremos daros las herramientas para que sepáis cómo educar. En el día a día no podemos depender de valores abstractos. Los valores tienen que convertirse en acciones, y precisamente de acciones hablaremos en este libro. Si en Aprender a educar nos centramos en desentrañar qué es la educación hoy y qué padres queremos ser, en Aprender a educar 2 nos ocuparemos de hechos.

En las próximas páginas os plantearemos algunos de los casos con los que nos hemos encontrado a lo largo de nuestra carrera, cambiando algún detalle para garantizar el anonimato de sus protagonistas. Si veis de qué manera nosotros enseñamos valores, os será más fácil aplicarlos en vuestra propia casa. Ya sabéis que lo que aconsejamos es de sentido común, pero, como suele decirse, ese es el menos común de los sentidos. Uno tiene que aprender a educar igual que a conducir o a subir una montaña pedaleando. Además, luchamos contra una tendencia muy extendida en nuestra sociedad: damos a nuestros hijos lo que no tuvimos (móviles, tablets) y nos olvidamos de darles todo lo que sí tuvimos (valores, cariño).

Queremos que este trabajo sea para ti, lector, una especie de brújula. Nuestro objetivo es que te acompañe en tu día a día y que desarrolles tus herramientas educativas al mismo tiempo que completas las actividades que te proponemos. A cambio, te daremos convicción y seguridad en tu vida cotidiana. Si una vez terminada su lectura aún crees que puedes aprender un poco más, regresa a la primera página y comprobarás cuánto hemos avanzado.

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Aprendiendo a educar