Aventuras virtuales a pico y pala (Multicosmos 1)

Pablo C. Reyna

Fragmento

Una fase de muerte

Una fase de muerte

Odio cuando un pirata espacial me lanza una piraña por la espalda.

—¡Repíxeles! —grito a mi montura—. ¡Mete el turbo, que nos pillan!

Después de diez interminables minutos de persecución y cañonazos, conseguimos dejarlos atrás justo a tiempo. A mi espalda resuenan las amenazas inútiles de los corsarios. ¡Ja, pringaos!

¡Menuda carrera! Nos hemos librado de sus proyectiles por los pelos (o por las plumas, mejor dicho, porque vuelo a lomos de un caballo volador). No es que quiera presumir, pero últimamente estoy en racha en MultiCosmos: he superado treinta niveles de este planeta, mi avatar todavía tiene tres corazones de vida y estoy a punto de alcanzar el Valle de la Muerte, en el corazón del País de la Muerte, donde está escondida la Copa de la Muerte (claro, no iba a ser la Copa de la Vida). Le doy una palmadita en las alas a mi caballo para comenzar el descenso.

+150 PExp

Pero algo va mal, muy mal, porque mi pegaso empieza a caer en picado y sin control. De pronto advierto que tiene una flecha clavada en una de sus patas traseras. ¡OMG! ¡Le ha alcanzado un proyectil! Esto se pone feo. Nos precipitamos cada vez más deprisa, y si no se me ocurre algo pronto, en cero coma nos convertiremos en papilla. Tengo que pensar, y rápido. Meto la mano en mi mochila, saco el báculo mágico y dibujo una espiral en el aire.

¡Uf, casi no lo cuento! Menos mal que el hechizo de nube ha amortiguado la caída a tiempo. Mi montura, en cambio, está tiesa como un alambre: el veneno de la flecha ha hecho efecto y ahora mismo duerme como un lirón. (Bueno, espero que solo duerma... No soy veterinario mágico.) Ya volveré más tarde a por él, pero ahora no puedo quedarme quieto. Estoy casi en la fase final de este micromundo virtual y no quiero morir justo cuando estoy tocando el trofeo con la punta de los dedos. Alex va a flipar cuando lo vea.

Y de pronto, ¡ahí está! La Copa de la Muerte me espera encima de un pedestal de piedra colocado en el centro del valle, a menos de treinta millapíxeles de distancia. Miro a izquierda y a derecha. Miro en todas direcciones en busca de Mobs enemigos..., pero el Valle está siniestramente tranquilo. No hay ni un alma. Y eso es lo peor que puede ocurrir, porque es muy raro que la fase final de un planeta de la categoría Bastante-Peligroso no tenga por lo menos un monstruo con dientes de acero. Sin embargo, todo lo que veo es un valle bastante normal, con un cielo normal, flores silvestres normales y un riachuelo normal; esto me huele a chamusquina. Me acerco de puntillas al pedestal, no sea que despierte al monstruo. Estoy a punto de tocar la Copa de la Muerte cuando...

¡¡¡Crac!!! El suelo se abre delante de mí.

Ilustración del suelo abriéndose

Genial: la Copa de la Muerte se ha escurrido de mis manos en el último segundo, y en medio del valle surge una grieta de la que empiezan a centellear ojos. Esto se pone chungo. Solo espero que no sean dinosaurios.

¡Bingo! Son dinosaurios. Peor todavía, son dinosaurios zombis.

Un velocirráptor zombi no tarda ni dos segundos en saltar del agujero y morder mi báculo hasta convertirlo en astillas. ¡Maldición! No había terminado de pagarlo... Sin tiempo que perder, saco la daga del cinto y me pongo a repartir leña. ¡Zas, zas, zas!

Consigo eliminar al primero de tres golpes.

+10PExp

Y engaño al segundo como a un perrito para que salte de regreso a la grieta. El problema es que para ello he tenido que lanzarle la daga como si fuese un palo y no me quedan más armas en el inventario. Ahora sí que la he liado. Los otros tres velocirraptores zombi me rodean. Van a chuparme el cerebro como la cabeza de una gamba, cuando...

Confiscado

—¡¿Otra vez con el móvil en clase?!

Error; la profesora Menisco me ha pillado in fraganti. Posa su enorme nariz sobre el hombro, como si oliese el miedo, y su mano huesuda vuela como un ave de presa hasta el cajón de mi pupitre. Enseguida se hace con el móvil que he intentado esconder. Demasiado tarde.

—Le prometo que no lo estaba usando —miento. Siento todas las miradas de mis compañeros clavadas en mí, y un montón de cuchicheos. Quiero que me trague la tierra... Con una grieta como la del Valle de la Muerte me valdría.

—Llevo observándolo un rato y no ha despegado los ojos de la pantalla. ¿Es que me toma por idiota?

—Bueno, vale, lo estaba usando, pero era para recordarle a mi abuelo que se tome la medicación —digo con tono angelical. Mis compañeros se ríen de mí y escucho un «pardillo» al final del aula—. Es que nunca se acuerda de tomarse la pastilla de la memoria.

—Sí, claro, y pensaba avisar a su abuelo con una story —responde la profesora Menisco, quien, a pesar de tener más años que Matusalén, se maneja tan bien con los móviles que es la reina de Candy Crush en la sala de profesores. Enseguida advierte que estoy conectado a MultiCosmos, el videojuego social más flipante del universo (virtual), y frunce el ceño—. Esto me lo quedo yo hasta nueva orden.

—Pero ¡profesora!

—Ni peros ni peras.

La profesora Menisco guarda mi móvil en su rebeca de lana (hace un día muy bueno, pero su cuerpo conserva la temperatura de la Edad de Hielo; le da nostalgia) justo cuando suena el timbre que avisa del final de las clases. Sé que la profesora es inmune a los ruegos, así que descuelgo mi mochila de la percha y salgo del aula con un humor de perros. ¡Estaba a punto de hacerme con la Copa de la Muerte! Eso son por lo menos tropemil Puntos de Experiencia. Daría cualquier cosa por esos PExp; con ese trofeo dejaría de ser un Cosmic de pacotilla y mis rivales empezarían a tomarme en serio.

Varios compañeros me dan codazos al pasar por mi lado. Recibo otro mientras camino por el pasillo refunfuñando, y estoy a punto de responder cuando descubro que es Alex, mi mejor amiga. Va a la misma clase que yo, pero los profesores no la obligan a sentarse en primera fila.

—¿Estabas conectado a MultiCosmos? —me pregunta asombrada. Ni que hubiese manchado la Mona Lisa con kétchup.

—Casi consigo la Copa de la Muerte. —Alex asiente comprensiva. Ella también es una Cosmic, como nos autodenominamos los jugones de MultiCosmos—. ¡Tres días! ¡He necesitado tres días para superar todos los niveles del planeta, y hasta he perdido a mi pegaso por el camino! Y todo para nada.

—No es el fin del mundo —me consuela mi amiga—. Piensa que ahora estarás más preparado para volver a superar todos los niveles.

—Explícale eso a mi abuelo —respondo cabizbajo. Como mis padres no me dejan tener teléfono móvil, tomo el suyo prestado. Es el Yayomóvil; el chiste se le ocurrió a él, lo prometo—. Primero me matan en MultiCosmos y después en la vida real. Menos mal que mi abuelo no tiene tantos dientes como un velocirráptor.

Un anuncio en el tablón

Alex y yo vivimos en la misma calle y siempre hacemos el camino de vuelta a casa juntos. Normalmente pasamos el rato batiéndonos en duelo en MultiCosmos, pero como la profesora Menisco ha secuestrado el móvil del abuelo, ahora mi amiga es la única que se puede conectar a la red.

Tengo que añadir que Alex es un pelín responsable. Bueno, bastante. Es tan responsable que no enciende el móvil hasta que suena la campana, y por eso siempre se encuentra con un montón de mensajes y alertas en su buzón. Por eso y porque ella es Amaz∞na, uno de los usuarios más populares del mundo virtual TeenWorld. Tiene más de ciento cuarenta mil seguidores en su canal de vídeos, donde retransmite sus aventuras en paisajes virtuales y da consejos para sobrevivir en micromundos de riesgo sin recurrir a los mamporros. Si sus seguidores supiesen que pertenece al grupo scout de Las Mangostas Glotonas, que usa brackets y que los martes y jueves va a ballet, fliparían en colores, pero son las ventajas de la red: el único parecido físico entre Alex y su avatar es la trenza, que a ambas les llega a la altura de la cintura.

Lo peor de todo (para mí) es que mi amiga no se conecta más de una hora al día, y aun así me barre en cada categoría. Yo dedico mucho más tiempo a MultiCosmos y no tengo ni la mitad de Puntos de Experiencia que ella.

—¿Has visto el último vídeo de ElMorenus? —le pregunto para que me preste atención. ¡No es justo que ella tenga móvil y yo no!—. Cuenta sus Cincuenta Secretos Más Inconfesables. ¡Un flipe total!

—Si los cuenta en un vídeo, no serán inconfesables, animalito.

Me quedo pensando un segundo. Quizá tenga razón.

Ilustración de los dos amigos caminando. Él dice: Ahora que caigo… ¡No has ordeñado las vacas! Ella dice mientras mira su móvil: Espera un segundo….

—... y la cosecha de maíz ya está a punto. Como las vacas se hayan atrevido a comérsela... Oye, ¿me prestas tu móvil un momento?

Pero Alex no me hace ni caso. Ha puesto la misma cara de concentración que cuando repasa un examen y empieza a murmurar entre dientes cosas sin sentido.

—No me lo puedo creer...

—¿Que tengo la cosecha a punto? Si tú misma me regalaste el abono. Te sobró de la cosecha ante...

—¡Calla! ¡Mira esto! —Entonces Alex se vuelve definitivamente loca y da saltitos de canguro borracho. Me pone la pantalla de móvil en las narices, abierta por la página principal de MultiCosmos. Ahí es donde los Masters (o sea, los jefazos totales) cuelgan los anuncios más importantes, esos que no se producen más que una vez cada varios años—. ¡¡¡Léelo!!!

ATENCIÓN

¡MÁS ATENCIÓN TODAVÍA!

Los cinco Masters de MultiCosmos se complacen en anunciar la mayor competición de la historia, un reto exclusivo para los Cosmics más valientes, experimentados y temerarios de la red: la búsqueda del Tridente de Diamante, el tesoro más valioso jamás escondido, el arma que convertirá en invencible a su poseedor.

El trofeo está partido en tres partes escondidas en rincones secretos de MultiCosmos. El avatar que se haga con ellas recibirá automáticamente UN MILLÓN de Puntos de Experiencia (1 000 000 PExp), además del arma imbatible y una réplica real del Tridente de Diamante. La competición comienza a medianoche.

—¿Ya está? ¿No dice nada más? —Muevo el tablón de arriba abajo, pero ese es todo el anuncio.

—¡Tenemos que hacernos con esa arma! —grita histérica Alex. Cuando se pone así me recuerda a un glemlin metido en una lavadora.

Pero yo no lo veo tan claro.

Los dos sabemos lo que significa esta competición sin precedentes. Un millón de PExp es algo abismal, más incluso que los PExp del Usuario Número Uno, el archifamoso Qwfkrjfjjirj%r (nadie sabe si es un nombre islandés o si se registró aporreando el teclado). Este tío lleva nueve años en la punta del ranking y es más rico que la reina de Inglaterra. Su avatar tiene publicidad hasta en los calzoncillos, existe una colonia con su nombre e incluso salió en un episodio de Los Simpson. Cuentan toda clase de leyendas sobre él, como que vive en un castillo rodeado por un foso lleno de tiburones y que solo come filete de unicornio. Lo de los tiburones me lo creo porque los fans están muy locos y son capaces de seguirlo a todas partes, pero el rumor del unicornio tiene que ser mentira. Creo.

Todo el mundo quiere ser como Qwfkrjfjjirj%r, así que si los Masters de MultiCosmos convocan un premio tan valioso que elevará automáticamente al ganador hasta lo más alto del marcador, no va a existir un solo humano sobre la faz de la Tierra que no inicie sesión para hacerse con ese Tridente de Diamante.

—¿Quieres venir a mi casa a merendar y buscamos el Tridente juntos? —me propone Alex.

Me encantaría decir que sí, pero de pronto recuerdo que mi avatar está frito, y no tengo armas, vehículos ni recursos como mi amiga, a la que le regalaron una cuenta PRO por Navidad. Me imagino compitiendo con ella, yendo a remolque y recibiendo portazos en la mayoría de los planetas, solo porque no tengo suficientes PExp. Sería una carga. Y un aburrimiento.

—Paso —digo cabizbajo.

—¿Qué dices, animal? Será divertido. Viajaremos juntos por todo MultiCosmos en busca del Tridente de Diamante...

—Claro, y los rivales tendrán armas superavanzadas, mapas actualizados y vehículos espaciales, pero yo soy un avatar sin nada. Es una tontería intentarlo. La Competición es para otros, no para mí.

La dejo con la palabra en la boca mientras me alejo por mi calle. Es un rollo ser siempre el último mono en todo.

Inicio de sesión

Aunque pase de la Competición, MultiCosmos sigue teniendo un universo por descubrir. Me han hablado de un planeta de burbujas donde puedes hacerte con un todoterreno al final de la partida, siempre y cuando sobrevivas en el intento. No me vendría mal para conseguir la Copa de la Muerte. Si mi profe de Educación Física viese la velocidad a la que he llegado a casa, me selecciona para los Juegos Olímpicos.

Entro corriendo, saludo a toda prisa al abuelo y subo las escaleras que llevan al desván, donde ya me espera el ordenador. Lo enciendo como un rayo y tecleo a toda prisa mi usuario y mi contraseña:

Imagen en la que se puede rellenar el nombre de usuario y la contraseña. Condiciones de uso de Multicosmos: texto muy pequeño que no se puede leer. ¿Estás de acuerdo con las condiciones? Aceptar. Cancelar.

Acepto sin leer. No voy a ser el primero del universo en hacerlo.

Planeta Limbo

Galaxia Madre

Mundo de partida

Cosmics conectados: 44 090 352

Ilustración del Planeta Limbo

¡El tin-tin-tin de bienvenida es música celestial para mis oídos! Pero la alegría me dura poco:

Tal como imaginaba, mi avatar la palmó en el Valle de la Muerte, justo cuando la profesora Menisco me confiscó el Yayomóvil. He renacido sin rango y con 1.000 PExp menos en el planeta Limbo. Ahí es a donde volvemos los millones de Cosmics cuando nuestro medidor de vidas se queda a cero, y es conocido por todos como el Lugar Más Muermo de MultiCosmos. El único peligro que corre tu avatar es morir de aburrimiento, aunque no viene mal un poco de tranquilidad cuando tienes que reconstruirte. Voy a necesitar un rato para diseñar el mío de nuevo.

Imagen de una pantalla que dice: Personaliza tu avatar de Multicosmos. Diseña tu personaje: dibuja el cuerpo, elige vestimenta y añade a un lado un objeto de tu elección.  Ilustraciones de distintos cuerpos. Ilustraciones del inventario. Espacios en blanco para seleccionar los objectos y el cuerpo. Botones de atrás y siguiente.

¡Ahora sí que mola! Después de probar varias combinaciones (ya he aprendido que la túnica de alquimista es inútil contra monjas ninja), me quedo con el traje de explorador espacial, muy ligero y resistente a la vez. A continuación abro la ventana de la armería: mi antigua daga funcionaba bien en el combate cuerpo a cuerpo, pero siempre fallaba contra los monstruos telepáticos. Esta vez necesito algo nuevo.

Las gafas de rayos, la ballesta llameante, la ciber-cimitarra... Prácticamente he probado todas, y cada una tiene sus pros y sus contras. El arsenal disponible en el planeta Limbo es bastante limitado, a menos que seas un usuario PRO o tengas el bolsillo lleno de cosmonedas, dos condiciones que normalmente van de la mano.

Pero yo no tengo nada de eso, así que debo conformarme con armas cutres que se rompen al menor contratiempo. Estoy a punto de seleccionar un arco con función subacuática cuando reparo en un objeto del arsenal que no he visto antes: la espada binaria. Su aspecto es muy anodino, pero cuenta con una buena puntuación en ataque y la descripción dice que resiste igual de bien a la lava que al ácido sulfúrico. Debe de ser una novedad de la última actualización, así que la selecciono por curiosidad y continúo con el resto.

Para protegerme escojo una malla feérica que llevo por debajo del uniforme, y para mi inventario tomo una mochila de Pandora, bastante resistente para guardar ítems explosivos. Mi avatar ya está listo para salir a la conquista de MultiCosmos y volver a ser el Cosmic que había sido. Sí, ya sé que no era nadie, pero me gustaba mi avatar.

No todo son PExp; además de los planetas de aventuras, MultiCosmos es también una gigantesca red social para conocer y charlar con avatares de todos los rincones de la Tierra. Hay prácticamente un planeta para cada gusto, por rarito que seas. Existen planetas para frikis de las series o para amantes de los cerdos vietnamitas, e incluso los hay de asociaciones de zurdos de derechas; en total son más de un millón de micromundos, y es imposible no encontrar uno que se ajuste a lo que buscas. De lo contrario, siempre puedes crear un planeta tú mismo.

Si lo que quieres es escuchar los últimos rumores de la red, no existe un micromundo mejor que GossipPlanet, el planeta de los cotilleos. Sería un buen lugar para empezar si quisiese sacar algo de información sobre el Tridente de Diamante, que no es mi caso. Para nada. Aunque bien pensado... no tiene nada de malo dejarse caer por ahí por si las moscas, y si escucho algo interesante, después puedo contárselo a Alex. Sí, lo haré por ayudar a mi amiga.

Una vez mi avatar está listo para zarpar, me despido del planeta Limbo y me monto en el primer Transbordador con rumbo a mi destino.

¡Alerta!

Las líneas de transporte están saturadas.

El Transbordador tardará varias horas en llegar a su destino. Disculpen las molestias.

Aparece una pantalla en negro con una cuenta atrás y suena una canción de Tina Moon de fondo.

CARGANDO...

Si no quieres que me dé bajón,

deja un rato TikToK...

Esto es lo que pasa cuando usas, como yo, una cuenta gratuita de MultiCosmos: que aprovechan cualquier tiempo de espera para insertar publicidad. Me sé de memoria el último disco de Moon, y eso que ni siquiera me gusta. Pero si el Transbordador está tan saturado, no quiero ni imaginar cuántos usuarios habrá conectados a la red ahora mismo.

El tiempo de MultiCosmos no avanza más deprisa aunque mires fijamente la pantalla, así que aprovecho para bajar a merendar. El abuelo está delante de la mesa de la cocina, preparando la última invención culinaria que ha conocido en Recetas Extremas.

—¿Has aprendido muchas cosas en el cole?

—En el insti, yayo, voy al insti. —Siempre se olvida de que ya tengo doce años. Me sigue pasando la mano por el pelo igual que cuando era un crío—. Me han enseñado nosequé de un Gran Cañón y algo sobre estalagpitas.

—Muy bien —responde el abuelo, complacido. Entonces levanta la mirada de la bandeja de comida—. ¿Y qué tal los amigos?

—Ah, todos muy bien —miento. La verdad es que Alex es mi única amiga. Encajar en el instituto no es tan fácil. Mi abuelo no se traga la trola, pero sabe que no sirve de nada insistir.

—Por cierto, ¿me ha llamado alguien durante el día? ¿Alguna viuda encantadora que desee conocerme?

Trago saliva. Con toda la emoción de la competición del Tridente de Diamante, se me había olvidado este asunto. El abuelo odia los teléfonos móviles y cree que solo sirven para atontar a la gente y controlarla a cada momento. En lo del control debe de tener razón, porque mamá no paró hasta que le regaló el Yayomóvil. Él me lo presta siempre que quiero, y lo único que tengo que hacer es responder que está bien cuando mamá escribe para preguntarle cómo se encuentra.

—Verás... Lo he perdido. Bueno, no; me lo han quitado. —El abuelo me mira cada vez más preocupado—. La profesora lo ha confiscado, peeero solo temporalmente.

—¿Estabas usando el móvil en clase? —pregunta el abuelo, muy serio.

—Solo ha sido un segundo. —Me mira decepcionado—. ¡Pero te prometo que lo recuperaré! Mamá no se enterará... Porque no se lo vas a decir, ¿verdad?

El abuelo hace un mohín.

—No quiero que tu madre descubra nuestro truco y me obligue a llevar el móvil conmigo a todas partes, pero tampoco está bien que lo uses en clase.

Hay un silencio incómodo en el que me siento como si tuviera dos años otra vez. La he liado un poco.

—Tienes que recuperarlo pronto. Ya me inventaré una excusa hasta que lo consigas...

Sonrío más tranquilo que antes. ¿Es o no es el mejor abuelo del mundo?

Aprovecho para llevar los libros de texto a la cocina y hacer con él los deberes. Sabe bastante de historia y de naturales, aunque confirmo que yo no tengo la culpa de ser un negado para las matemáticas; es algo que heredé del abuelo. Necesitamos más de una hora para resolver una ecuación de dos incógnitas, y eso porque busco la solución al final del libro. Entre números se hacen las ocho de la noche.

En ese momento arrancan las noticias en la radio y el abuelo pone el oído. Estoy a punto de ir al baño cuando escucho el nombre de MultiCosmos.

«... la mayor competición de la historia de la red virtual —dice el locutor—. El contador de usuarios conectados a MultiCosmos roza los seiscientos ochenta millones en este preciso momento, una cifra que quintuplica su tráfico habitual. ¿El motivo? Un misterioso Tridente de Diamante que podría estar escondido en cualquier rincón. Según los Cosmics expertos en la materia, un usuario avanzado necesitaría más de ciento cincuenta años para visitar cada uno de los micromundos de la red, y eso sin contar los nuevos que se crearían mientras tanto. Las posibilidades de encontrar las tres partes del Tridente son, por lo tanto, remotas, pero el premio, un millón de Puntos de Experiencia y una réplica valorada en mogollones de euros, ha provocado la mayor avalancha de aspirantes de la historia de MultiCosmos...»

El abuelo me guiña el ojo para darme ánimos.

—Eso para ti está chupado.

Hace un año me pilló gritando al ordenador, y entonces tuve que contarle qué es MultiCosmos. Desde entonces me hace un montón de preguntas: «¿La gente es “de verdad”? ¿Puedo jugar a la petanca virtual? ¿Hay más abuelos conectados? ¿Y alguna viuda de mi edad?». Por lo menos no me suelta la chapa de mamá: «Ni se te ocurra decir tu nombre real, ni la dirección de casa, ni tampoco utilices mi tarjeta de crédito, ni les cuentes cuál es tu película favorita; nadie sabe qué pueden hacer con tus datos». Mamá odia las tecnologías y es un poco neuras con todo lo que huele a digital. Es la única directora de periódico del mundo que da las noticias urgentes con señales de humo en vez de por internet.

—No, abuelo. La Competición es solo para usuarios profesionales; con mi avatar no conquistaría ni el planeta de los Conejitos. —Por la cara que pone, creo que no ha pillado el chiste.

—Tonterías. Tú puedes ganar esa competición si quieres. ¿O es que te has olvidado de cuando conseguiste el primer premio del torneo de ajedrez del barrio?

—Era un torneo infantil, ¡y solo participábamos ocho niños! —El abuelo se sacude las migas de la camisa, como si no entendiese la diferencia—. Pero gracias por confiar en mí.

El abuelo a veces me desconcierta con su optimismo. He perdido la cuenta de las veces que se ha sentado a mi lado delante del ordenador para ayudarme con MultiCosmos, como si fuesen los deberes de clase, pero al final siempre es un estorbo; tengo que explicarle hasta lo que es un nick... Menos mal que esta vez está demasiado entretenido con su receta.

Ya va siendo hora de comprobar si el Transbordador ha llegado a puerto.

Subo las escaleras hasta el desván y saco el ordenador de su hibernación. Un icono rojo me avisa de que tengo un mensaje en el buzón. Se trata de Amaz∞na, mi amiga Alex, que me pide que la avise cuando me conecte. Es el único contacto de mi agenda. La cabeza de su avatar aparece en la pantalla nada más pinchar su nombre.

¿Qué pasa?

Amaz∞na: ¡Hola! ¿Qué tal? ¿Huyendo de la Competición? Emoticono sonrojado

Paso de la Competición. ¿Y tú qué? ¿Ya has descubierto algo?

Amaz∞na: ¿Ahora lo quieres saber? ¿Pero no decías que la Competición es una toooOOOooontería y que pasabas del tema?

Odio cuando se pone en modo lista.

Lo preguntaba por educación. No me interesa nada. Con los puntos que tengo, mejor me dedico a cosechar maíz. Emoticono desinteresado

Amaz∞na: ¡Venga, no te enfades! Podemos competir juntos.

Sí, claro, y que te lleves tú todo el mérito.

Amaz∞na: Espera. Te iba a decir que...

Me tengo que pirar. Avísame si la encuentras; estaré en el planeta Limbo construyéndome una armadura con pañales.

Corto el hilo de la conversación antes de que se le ocurra escribirme de nuevo. Paso de que insista con el tema; sé que su intención es animarme, pero no quiero caridad multicósmica.

Vuelvo a la pantalla del Transbordador para ver si ya he llegado al destino y... ¡Bingo! Unos tubos de neón me anuncian el fin del viaje:

¡Bienvenido a GossipPlanet!

El lugar donde los rumores se hacen realidad

GossipPlanet

Galaxia Yxalag

Modo social

Cosmics conectados: 59 879 342

Ilustración del GossipPlanet