Triple Focus. Un nuevo acercamiento a la educación

Daniel Goleman

Fragmento

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Introducción

Introducción

Pensemos una cosa: muchos jóvenes menores de dieciocho años quizá no hayan conocido un mundo sin internet. Y cada vez en más lugares del mundo, la mayoría de los niños de menos de diez años no han vivido sin dispositivos manuales a los que conectarse —desconectándose de la gente de su alrededor—. En la actualidad, los jóvenes crecen en un mundo muy distinto, que seguirá cambiando más aún a medida que evolucione la tecnología. No obstante, los cambios van más allá de los artilugios tecnológicos. Estos chicos están creciendo también en un mundo que se enfrenta a desafíos sociales y ecológicos sin precedentes que sin duda deberán contribuir a abordar.

¿Qué herramientas podemos procurar hoy a los niños para que les ayuden en esta andadura?

En este libro, Peter Senge, experto en pensamiento sistémico y aprendizaje organizacional del MIT y autor de La quinta disciplina, y Daniel Goleman, autor de Inteligencia emocional y fundador del movimiento para el aprendizaje social y emocional, analizan los instrumentos internos que los jóvenes precisan para participar y prosperar en este nuevo entorno. Describiremos tres conjuntos de destrezas para navegar por un mundo acelerado de distracciones crecientes y de compromiso personal en peligro —un mundo donde las conexiones entre personas, objetos y el planeta importan más que nunca—. Imaginemos esta serie de habilidades mediante un enfoque triple: el personal, el del otro y el exterior.

Daniel Goleman explorará el primer enfoque, íntimo y personal, centrándose en nosotros mismos, en nuestro mundo interior, conectando con nuestro sentido de finalidad y las aspiraciones más profundas, estudiando por qué sentimos como sentimos y qué hay que hacer con estos sentimientos. El enfoque interno es la clave para una vida con finalidad, para concentrarse en la tarea que tenemos entre manos, pasando por alto las distracciones y gestionando las emociones perturbadoras. También ahondará en el segundo enfoque: la sintonización con otras personas, o empatía, con la cual seremos capaces de comprender la realidad de los demás y de relacionarnos con ellos desde su perspectiva, no solo desde la nuestra. Esta empatía da lugar al afecto y a la capacidad para trabajar juntos; elementos decisivos en las relaciones efectivas y conectadas.

Peter Senge explicará el tercer tipo de enfoque, el externo: la comprensión del mundo en su sentido más amplio, el modo en que los sistemas interaccionan y crean redes de interdependencia, al margen de si la interacción se produce en una familia, una organización o en el mundo en general. Este conocimiento requiere un pensamiento sistémico, no el pensamiento simplista «A provoca B», el de la respuesta correcta de la educación tradicional. Peter lleva años formando parte de un movimiento de iniciativas innovadoras que han cambiado la manera de ver y gestionar la complejidad. En la actualidad es miembro de una organización que lleva estos constructos y herramientas a las escuelas, lo que permite a los estudiantes conocer mejor su mundo.

El libro se compone de segmentos que examinan el modo de incorporar este enfoque triple al aprendizaje. En la primera parte, Daniel expondrá razones para enseñar a los niños a cultivar los enfoques personal y del otro. Describirá cómo pueden mejorar la conciencia de sí mismos, la autogestión, la empatía y las habilidades sociales, y también cómo todo esto favorece su desarrollo personal y su rendimiento académico. También ofrecerá un ejemplo de lo que pasa en algunas escuelas que ya están enseñando a sus alumnos estas destrezas vitales.

En el segmento siguiente, Peter analizará el tercer conjunto de aptitudes: la comprensión sistémica, analizando la dinámica de cuando hago esto, la consecuencia es esta, y la manera de utilizar estas percepciones para mejorar el sistema. Peter también expondrá la innovadora labor que desempeñan actualmente las escuelas con el enfoque sistémico, y qué revela esta sobre la inteligencia sistémica innata de los niños.

Ahora comprobamos que estos conjuntos de destrezas pueden operar juntos de forma muy natural. Como seres humanos que somos, siempre necesitamos entender los sistemas personales, los del otro y los más amplios de los que formamos parte. Para explorar esta posibilidad, en la última sección Daniel y Peter reflexionarán conjuntamente sobre áreas de sinergias importantes situadas entre el aprendizaje social y emocional y la educación sistémica. Aunque estos dos ámbitos y las redes de educadores asociadas se han desarrollado en buena medida por separado, juntos pueden constituir una verdadera masa crítica para una gran cantidad de cambios profundos que, por lo demás, llevan años frustrando a los innovadores de la educación. Cuando se fomentan las tres inteligencias, al parecer los niños prosperan. Se trata de una educación que no solo prepara mejor a los niños de cara al futuro, sino que puede empezar a hacerse realidad ahora mismo.

Una de las razones por las que hemos escrito este libro es que en las dos últimas décadas se ha avanzado mucho en cada una de estas esferas. Existen constructos, instrumentos, estrategias pedagógicas y recursos de resultados comprobados para ayudar a las escuelas a llevar estas inteligencias a los estudiantes con eficacia. Nos apasiona la idea de optimizarlo de modo que cada vez más alumnos saquen provecho de ello. Cuando visitamos aulas en escuelas pioneras de toda clase, experimentamos una especie de desengaño al comprobar que no todos los niños cuentan con esta formación. Estos programas tienen un gran valor para los chicos, los profesores, los padres y las familias. Entonces, ¿por qué no están a disposición de todos los estudiantes?

A medida que cada vez más padres, educadores y alumnos introduzcan en las escuelas el aprendizaje social y emocional y el pensamiento sistémico, iremos viendo alumnos más felices, tranquilos y con una personalidad más madura, que triunfan en la vida y contribuyen a realizar cambios sociales fundamentales.

DANIEL GOLEMAN Y PETER SENGE

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PARTE 1. REINICIO DE UNA EDUCACIÓN PARA LA VIDA

PARTE 1

REINICIO DE UNA EDUCACIÓN

PARA LA VIDA

DANIEL GOLEMAN

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Cuando estaba escribiendo el libro Inteligencia emocional, fui a comprobar uno de los primeros planes de estudio concebidos para estimular la inteligencia emocional. Era en las escuelas públicas de New Haven, Connecticut, y estos se habían puesto en marcha porque un psicólogo de Yale, Roger Weissberg, había hecho caso al alcalde de la ciudad, que había convocado a unos cien ciudadanos preocupados. La ciudad de New Haven —aparte del rincón donde se ubica la Universidad de Yale— era una zona muy pobre, donde muchas niñas eran hijas de madres solteras adolescentes que a su vez acababan siendo madres adolescentes que vivían de la beneficencia y cuyos modelos locales de éxito eran los traficantes de droga. Un lugar en el que resultaba difícil prosperar.

El alcalde dijo esto a su grupo de trabajo: «Nuestros jóvenes tienen verdaderos problemas; ¿qué podemos hacer para ayudarles?» Y entonces Roger Weissberg creó el Plan de Estudios de Desarrollo Social para las escuelas de la zona. Fue uno de los programas precursores de lo que ha llegado a ser un movimiento global denominado Aprendizaje Social y Emocional, o SEL (por sus siglas en inglés).

En la actualidad, el SEL está presente en miles de escuelas de todo el mundo, con centenares de programas distintos. Hace poco se llevó a cabo un meta-análisis de diversos estudios sobre escuelas que aplicaban programas SEL y otras que no lo hacían. Se obtuvieron datos de 270.000 estudiantes. Según este ingente trabajo, los efectos de la participación en programas SEL eran como sigue: la conducta prosocial —buen comportamiento en clase, motivación para ir a la escuela, asistencia, etcétera— aumentaba en un 10 por ciento; la conducta antisocial —mal comportamiento en clase, violencia, acoso escolar— disminuía aproximadamente en un 10 por ciento. Pero lo más interesante es que las puntuaciones en los exámenes aumentaban en un 11 por ciento. Por lo general, donde más significativos eran los beneficios era en las escuelas donde más falta hacían.

La relación entre los efectos del SEL en la conducta y los logros académicos causa verdadera sorpresa. Tengo entendido que los alumnos prestan más atención porque han aprendido a gestionar su atención con más eficacia y porque les gustan más los profesores y estar en clase, y muestran menos interés por las peleas y los acosos. De modo que, cuando estas capacidades conductuales mejoran y los estudiantes se sienten cómodos en un escenario educacional, son más capaces de aprender. Desde un punto de vista académico, es un magnífico argumento a favor de llevar el SEL a las escuelas.

En Inteligencia emocional revisé hallazgos de lo que en su momento era un estudio nuevo de la Fundación W. T. Grant, cuyos miembros estaban interesados en los problemas de los niños y en evaluar la importancia de las diversas «guerras» contra esos problemas, nombre con el que se denominaban entonces muchas intervenciones. Había guerras contra las drogas, la violencia, la pobreza, el acoso, e incluso contra los altos índices de absentismo escolar. Se analizaron estos programas concebidos para ayudar a los niños a afrontar esos problemas en su vida, y se descubrió que muchos no funcionaban. De hecho, algunos incluso empeoraban las cosas.

Sin embargo, los que surtían efecto tenían en común ciertos ingredientes. Habían sido pensados a lo largo de los años, no de repente; repetían lecciones básicas de un curso a otro a medida que crecían las capacidades de los alumnos para comprender; ponían el acento en la escuela como comunidad, y extendían su alcance a las familias.

Por otro lado, todos enseñaban un núcleo común de capacidades. Los ingredientes activos se reducían a un puñado de aptitudes emocionales y sociales, entre las que se incluían la conciencia de uno mismo, es decir, saber qué sientes y por qué; la autogestión, qué hacer con estos sentimientos; la empatía, saber lo que piensan las demás personas y percibir y comprender su punto de vista; y las destrezas sociales, y al final juntarlo todo para tener relaciones armoniosas y valerse de todas estas habilidades de inteligencia emocional para tomar buenas decisiones en la vida.

Estos cinco aspectos —conciencia de uno mismo, autogestión, empatía, habilidad social y toma de buenas decisiones— son actualmente las capacidades esenciales que se enseñan en el SEL.

Aunque hoy día es un movimiento global cada vez más importante, encontramos estos programas solo en un pequeño número de escuelas. En cualquier caso, estas escuelas son los semilleros que ayudarán a difundir este enfoque educativo. Y a medida que el SEL siga encontrando acomodo en aulas de todo el mundo, esperamos forjar la siguiente generación de educación integral demostrando que el triple enfoque —el personal, el del otro y el externo— puede preparar mejor a los niños para el futuro.