La vuelta al mundo en 80 días

Julio Verne

Fragmento

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10

¡El barco ha partido!

Extrañados por la ausencia de Passepartout, Fogg y Aouda llegaron al muelle a la hora convenida. ¡Cuál fue su sorpresa cuando les dijeron que el barco ya había zarpado!

—¿Y ahora qué haremos? —dijo Aouda muy preocupada.

—Solo es un pequeño inconveniente.

En aquel momento se acercó un hombre. Era el inspector Fix.

—¿No es usted uno de los pasajeros del barco que llegó ayer?

—Efectivamente —contestó míster Fogg con frialdad—. Pero no tengo el honor…

—Perdóneme, pero había quedado aquí con su mayordomo, Passepartout.

—¿Sabe usted dónde está? —preguntó Aouda.

—¿Cómo? —preguntó Fix fingiendo sorpresa—. ¿No está con ustedes?

—No —contestó Aouda—. No ha vuelto desde ayer. ¿Se habrá embarcado él solo?

—Ah, pero ¿acaso ustedes pensaban embarcarse en un buque?

—Efectivamente.

—Yo también —dijo Fix—, y estoy muy disgustado. El mío se marchó diez horas antes de lo previsto y sin avisar a nadie. Ahora habrá que esperar ocho días hasta la llegada del próximo barco.

Fix fingió estar preocupado, aunque la situación era perfecta para sus intereses: ¡ocho días de retraso! Podría esperar tranquilamente la orden de arresto. Pero míster Fogg dijo:

—Bueno, hay otros barcos en el puerto.

Y dicho esto se dirigió hacia los muelles del brazo de Aouda. Fix los siguió muy sorprendido. Sin embargo, todos los barcos a los que se acercaban estaban ocupados en cargar o en descargar. Recorrieron el puerto durante más de tres horas sin encontrar ninguno que estuviera listo para zarpar enseguida. Fix recobró la esperanza de que se quedaran el tiempo suficiente para que llegara la orden de arresto.

Pero un marino se acercó a míster Fogg y le saludó.

—Me han dicho que están buscando un barco.

—Así es. ¿Tiene usted uno listo para zarpar?

—Sí, el mejor del puerto. ¿Es para dar un paseo?

—No, para un viaje. ¿Puede llevarme a Yokohama?

El marino dejó caer los brazos y abrió los ojos como platos.

—¿Me está tomando el pelo?

—Desde luego que no. Tenemos que estar en Yokohama el día 14 para tomar el barco a San Francisco. Le ofrezco 100 libras por día y 200 libras más si llegamos a tiempo.

El marino miró al mar, pensativo. Fix estaba pasando un mal rato. Finalmente, el marino dijo:

—Lo siento. No puedo poner en peligro a mis hombres, a ustedes y a mí mismo en una travesía tan larga en un barco tan pequeño, y más en esta época del año.

Fix respiró aliviado.

—Pero quizá haya otra solución —añadió y Fix dejó de respirar—. Podríamos ir a Shanghái, que está mucho más cerca de aquí. El puerto de partida del barco de San Francisco es Shanghái.

—¿Está seguro?

—Seguro. Tenemos cuatro días. Si todo va bien, podemos llegar a tiempo.

—¿Cuándo puede salir?

—Dentro de una hora. El tiempo justo para comprar víveres.

—Trato hecho.

Fogg se volvió hacia Fix y le dijo:

—Si quiere aprovechar el viaje…

—Gracias —respondió Fix muy a su pesar—, iba a pedirle ese favor.

Y mientras Fix se dirigía nervioso, sofocado y rabiando al barco, la joven y Fogg fueron a las oficinas de la policía de Hong Kong para dar la descripción de Passepartout y dejar una importante suma de dinero para que el joven pudiera regresar a casa sano y salvo.

Pocas horas después, soltaban amarras. Finalmente, se deslizaron sobre las olas con las velas hinchadas por el viento.