CÓMO WILLY SE CONVIRTIÓ EN WONKA. EL VIAJE DE UNA HISTORIA INCREÍBLE
Willy Wonka, el maravilloso inventor de chocolate de Charlie y la fábrica de chocolate de Roald Dahl, ha sido la inspiración para el argumento de la película Wonka. Basándose en el clásico del gran escritor, Paul King ideó la historia (y la escribió para la pantalla grande junto a Simon Farnaby) de cómo el mayor inventor, mago y fabricante de chocolate del mundo se convirtió en el Willy Wonka que todos conocemos de sobra hoy en día. Y dicha historia se ha adaptado para que tú tengas este libro en las manos gracias a la autora de superventas infantiles Sibéal Pounder, toda una experta en imaginar historias maravillosas para jóvenes lectores, llenas de humor irreverente, personajes geniales y, claro está, magia.
Roald Dahl no solo escribió Charlie y la fábrica de chocolate, sino un montón de fantásticos libros más. Pero sí han sido la historia y los personajes de Charlie y la fábrica de chocolate los que han inspirado el argumento de Wonka. Roald Dahl fue espía, piloto de combate, historiador de chocolate e inventor médico. Además de Charlie y la fábrica de chocolate, es el autor de Matilda, El Gran Gigante Bonachón, Superzorro y muchos más.
Paul King es un forofo empedernido de Charlie y la fábrica de chocolate. Por eso, para su película Wonka se imaginó los acontecimientos que podrían haber sucedido antes de lo que se relata en el libro de Roald Dahl. Junto a Simon Barnaby coescribió el guion de la película, protagonizada por Timothée Chalamet, y que a su vez se ha convertido en la aventura que estás a puntito de leer.
King es un reconocido guionista y director de cine y televisión, nominado a los Premios BAFTA. En 2009 dirigió y escribió su primera película, Bunny and the Bull, protagonizada por Simon Farnaby y Edward Hogg. King también dirigió las tres temporadas de The Mighty Boosh, que le granjeó una nominación al mejor director novel en los BAFTA de 2005. Esta serie de comedia de la BBC se emitió en Estados Unidos a través de la plataforma de streaming Adult Swim. Entre sus últimos trabajos para la pequeña pantalla se encuentra la dirección y producción ejecutiva de algunos episodios de la serie de Netflix de 2020, protagonizada por Steve Carell, Space Force.
También coescribió y dirigió Paddington en 2014, una película con la que consiguió gran éxito de crítica y público en todo el mundo, y que estuvo entre las nominadas al BAFTA a mejor guion adaptado y mejor película británica. A continuación King coescribió y dirigió Paddington 2, de 2017, con una impresionante recepción por parte del público y la crítica. Ambas películas las coescribió con Simon Farnaby.
Simon Farnaby es actor y guionista, y junto con Paul King es el responsable del guion de Wonka (¡también aparece en la película!). Entre sus películas como actor se encuentran Burke and Hare (dirigida por John Landis en 2010), Caballeros, princesas y otras bestias (dirigida por David Gordon Green en 2011), la película de 2015 para BBC Films Bill (dirigida por Richard Bravewell e inspirada en la juventud de William Shakespeare) y Bunny and the Bull (dirigida por Paul King en 2009) para Film 4. Apareció en las dos películas de Paddington, de las que firmó el guion junto a Paul King.
Sibéal Pounder ha plasmado la historia que se narra en la película con letras y palabras a lo largo de estas páginas, adaptando el guion con una destreza extraordinaria. Es la autora de las sagas de gran éxito Brujas a la moda y Bad Mermaids, así como de los libros Neon’s Secret Universe y el cuento de Navidad Tinsel. Debutó con Brujas a la moda, con el que la preseleccionaron para el Sainsbury’s Children’s Book Award y el Waterstones Children’s Book Prize. Bad Mermaids: Meet the Witches fue un bestseller del Sunday Times y uno de los títulos del World Book Day. Antes de ser escritora a tiempo completo, Sibéal trabajó para el Financial Times.
Algunos niños nacen para hacer chocolate. Este era sin duda el caso de Willy Wonka.
Sin embargo, durante muchísimo tiempo, nadie habría pensado que fuese así. Porque, para empezar, casi nunca comía chocolate. De hecho, solo comía UNA barrita al año.
Algún día llegaría a vivir en la fábrica de chocolate MÁS GRANDE y más maravillosa del mundo, pero de niño Willy Wonka vivía en el barco más pequeño del planeta. Era una descascarillada barcaza de canal, con la caña del timón pintada con rayas de colores y un camarote diminuto pero acogedor con cortinas cosidas a mano. Dentro solo había una cama individual con una manta de punto suavecita (donde dormía Willy), un sillón (donde dormía su madre), una estufa y una cocina con los armarios rotos y una mesa de comedor devorada por la carcoma. De hecho, las carcomas habían comido más en esa mesa de lo que lo habían hecho los Wonka en toda su vida.
Así que todo al principio de esta historia es PEQUEÑO: un niño pequeño, una pequeña cantidad de chocolate, un barco pequeño y la pequeña familia que vivía a bordo. La familia de Willy Wonka era casi lo más pequeña que puede ser una familia. Porque eran Willy, claro, y su madre.
Allí, en un tranquilo TRAMO del río, vivían en su barquito, y, como no había mucha gente que se atreviese a acercarse por el lugar, normalmente tenían la exuberante ribera del río para ellos solos. Era uno de los sitios preferidos de Willy. Se podía descansar a la fresca en esa zona llena de hierba salpicada de ranúnculos, rododendros y flores rosas, rojas y malvas. Pero era el sauce llorón GIGANTE el favorito de Willy, con aquellas ramas tan gruesas que caían sobre el barco antes de sumergirse en el agua. Para él, aquel árbol era un miembro más de la familia; un ramificado y fiel amigo que protegía la pequeña pero espléndida existencia de todos.
Claro que no mucha gente pensaría que su vida era espléndida. Pero para Willy lo era. Era grandiosa. Porque él era capaz de ver lo que otros no podían, ya que poseía la imaginación más fantástica de todas. La imaginación de Willy sería en su momento igual de famosa que su chocolate, pero, antes de que le perteneciese al mundo entero, era pequeña y nueva, y era solo suya. Y su madre fue responsable directa de su vívida imaginación, al no ponerle límites y al dejar que con ella pudiese viajar libre a lugares donde ninguna imaginación había estado jamás.
Y luego estaba el chocolate. Aquella única chocolatina. No era mucho, pero sí más que suficiente, porque era la mejor chocolatina del mundo mundial.
Su madre se la hacía por su cumpleaños. Y, cuando se iba acercando tan especial día, notaba cómo la emoción BULLÍA en su interior. Tanto que a veces creía que iba a reventar.
El ritual de hacer chocolate siempre era el mismo la noche anterior a su cumpleaños: su madre vertía una bolsa de granos de cacao encima de la mesa y los iba contando poquito a poco. Willy miraba cómo los cogía uno a uno de la mesa, y se le hacía la boca agua. Su madre tardaba un año entero en ahorrar para poder comprar la cantidad exacta que se necesitaba para elaborar una chocolatina grande, y era evidente que ella se lo pasaba igual de bien haciéndola que él comiéndosela.
Cuando acababa la fase de conteo, echaba los granos a una cacerola grandota y empezaba a aplastar, a batir y a remover, y toooda la estancia se veía envuelta en una humareda de chocolate tan DENSA y deliciosa que parecía que los habían metido a los dos en la nube más exquisita del mundo. ¡Ay, cómo le gustaba a Willy observar a su madre remover aquella mezcla tan gruesa y burbujeante!
Mientras su madre hacía magia, Willy aspiraba profundamente para captar el aroma, pesado y fuerte, y sabía que no había aventura en el mundo que llegara a amar más que ver a su madre haciendo chocolate.
Poco después ya tenía su chocolatina esperándolo sobre la mesa, y se pasaba el resto del día yendo de un sitio para otro con un bigote de chocolate derretido y una sonrisa de oreja a oreja.
Y así era cada año. Y era perfecto.
—¿Sabes, mamá? —dijo un año Willy mientras se APIÑABAN alrededor de la mesa y preparaban chocolate—. Estoy convencido de que tú eres la que mejor elabora chocolate en tooodo el mundo mundial. ¡Y probaría todo el chocolate que exista solo para demostrártelo!
—¿Tú sabes de dónde se dice que procede el mejor chocolate del mundo? —le contestó ella mirando a un lado y a otro como si estuviese a punto de revelar un gran secreto—. De las Galerías Gourmet. Ahí es donde están las tiendas de los mejores fabricantes de chocolate del mundo.
—Seguro que el de ellos no es mejor que el tuyo, mamá —dijo Willy—. ¡Es imposible!
—Bueno, lo cierto es que yo tengo un secretillo que ni esa panda de estirados conocen —explicó con una sonrisa.
—¿Cuál? —preguntó Willy acercándosele. Deseaba conocer aquel secreto más de lo que había deseado nada en toda su vida.
—Algún día te lo contaré —dijo ella—. Pero ahora, mientras se termina el chocolate, ¿te gustaría abrir tu regalo?
—¡Tendríamos que ir, mamá! —gritó Willy de repente y haciendo que ella diese un salto del susto.
—¿Ir adónde?
—¡Pues a las Galerías Gourmet! —le dijo prácticamente brincando—. ¡Podríamos poner una tienda!
—¿Quiénes? ¿Nosotros? —Su madre levantó una ceja con curiosidad.
—¡Claro! Con nuestro nombre encima de la puerta y todo. ¡WONKA! Todos querrán nuestro chocolate. ¡Imagínate lo contenta que se pondría la gente!
Su madre se sacudió un poco de polvo de cacao del delantal y sonrió:
—Ay, sí, lo veo. ¡Una tienda preciosa, con hileras llenas hasta arriba de chocolate!
Willy abrió los ojos de par en par al tiempo que aquel lugar se hacía real en su cabeza.
—¡Y las hileras serían de chocolate! ¡Toda la tienda sería de CHOCOLATE! —dijo.
—Qué sueño tan maravilloso, Willy. —Su madre sonrió.
—¿Eso es todo? ¿Un sueño y nada más? —preguntó al tiempo que se dejaba caer tristón en la silla.
—Escúchame un segundo —le pidió su madre—: Todas las cosas buenas de este mundo empezaron con un sueño. Así que aférrate al tuyo. Y, cuando tú repartas chocolate por el planeta entero, yo estaré a tu lado.
—¿Me lo prometes? —susurró.
—Te lo prometo con el meñique —dijo sonriendo—. Y ya sabes que no hay promesa más solemne que esa.
Y, dicho lo cual, cogió un trozo de papel que había reservado para envolver el chocolate y escribió encima, haciéndole una floritura al rabillo de la W y coloreándolo con cuidadito.
Cuando acabó, le dio a Willy algo envuelto en papel de periódico viejo:
—Tu regalo —le dijo—. Lo vendía el mago del pueblo. Me lo dejó a precio de ganga.
Willy sonrió y empezó a abrir el paquete, con los dedos a toda pastilla quitando capas de papel y tinta.
Dentro había una chaqueta nueva. Se la puso y las manos apenas le llegaban a la altura de los codos de esta.
—Ya la llenarás —dijo su madre—. Algún día… Y, ay, ¡qué de aventuras vivirás con ella!
El frac venía con un sombrero de COPA. Se lo plantó ceremonioso en la cabeza y se puso de pie.
Su madre le dio el trocito de chocolate, todavía algo tibio, y Willy lo sujetó con ambas manos como si fuese el más preciado tesoro.
—No te olvides de la parte más DELICIOSA —le dijo mientras le guiñaba el ojo.
Willy le dedicó una sonrisa y se metió la chocolatina en el bolsillo.
Y ahí estaba.
Willy Wonka, con su frac color ciruela y su elegante sombrero de copa.